Aurora retrocedió un paso, apretando con fuerza el arma descargada, negándose a soltarla aún sabiendo que no le serviría de nada. Antonio ladeó la cabeza, su mirada oscura recorriéndola con una mezcla de burla y posesividad.
—Te ves preciosa cuando tienes miedo —murmuró, su voz ronca y venenosa.
Antes de que Aurora pudiera decir algo, antes siquiera de que pudiera pensar en escapar, Antonio levantó su mano con brutalidad y le cruzó el rostro con un golpe seco y violento.
El impacto fue brutal. La cabeza de Aurora giró hacia un costado por la fuerza del golpe, y su cuerpo, frágil en comparación con el de él, perdió el equilibrio. Cayó al suelo, aturdida, con un hilo de sangre corriéndole por la comisura de los labios.
El mundo pareció ralentizarse. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos mientras intentaba parpadear para enfocar la vista.
Antonio se agachó junto a ella, sujetándola brutalmente por el brazo.
—Ya te lo dije, muñeca —gruñó, acercándose a su oído—. Tú vienes conm