Vittorio bebió una copa lentamente, dejando que el líquido amargo deslizarse por su garganta mientras quemaba con fuerza a su paso. Su teléfono sonaba en su bolsillo. La llamada lo tomó por sorpresa, pero no tardó en contestar con una mezcla de impaciencia y curiosidad por saber de ella. Ella era lo único que en estos momentos invadía su pensamiento.
La voz del otro lado le informó que ella ya había sido rescatada, y en ese momento, una sensación encontrada lo atravesó: una parte de él sintió satisfacción, pero otra aún permanecía tensa, como si una sombra de duda se aferrara a su mente.
Una en donde ella iba a agradecerle al hombre incorrecto.
Sentía una mezcla de impotencia y satisfacción: impotencia porque no había sido él quien la había sacado de aquel infierno, y eso pesaba bastante en su ego. La idea de que alguien más hubiera tenido esa victoria le incomodaba profundamente.
Sin embargo, también experimentaba una satisfacción genuina al saber que, al menos, ella no estaba en