Fiorella salió de la casa con paso firme, los tacones resonando contra el pavimento mientras apretaba con fuerza las llaves del auto. Estaba furiosa. No podía creer que, después de tanto buscar a Dante, Aurora se lo negara y, él simplemente desapareciera sin dejar rastro.
Subió al auto y cerró la puerta de un golpe, descargando parte de su frustración. Encendió el motor con brusquedad y, antes de arrancar, marcó el número de su hermano Vittorio.
—¿Qué quieres, Fiorella?, ¿Acaso tú adorado Dante aún no corre a tus brazos? —respondió él con tono seco al otro lado del teléfono, como si ya esperara una de sus quejas.
—¡Acabo de ver a tu adorada Aurora! ¿Sabes lo que eso significa, verdad?
—soltó ella con veneno en la voz
Del otro lado de la línea hubo un silencio tenso antes de que Vittorio respondiera con frialdad:
—Ni se te ocurra hacerle nada, Fiorella, o puedes olvidarte de que soy tu hermano —dijo Vittorio secamente, sabía perfectamente lo impulsiva que era Fiorella, así que solo de