La puerta se abrió con un rechinido, Antonio se detuvo un segundo antes de cruzar el umbral, como si estuviera saboreando el momento. Su cuerpo estaba completamente tenso, la irritación lo recorría una y otra vez, mientras tenía un mal sabor de boca imaginando lo que podría llegar a hacer mientras que Aurora siguiera siendo esa persona que lo pusiera en completo descontrol.
Llevaba un traje negro impecable, la camisa ligeramente abierta, y en sus ojos brillaba esa mezcla enfermiza de poder, rabia contenida y deseo reprimido.
Cruzó la habitación en silencio, como un depredador que ha acechado por días y finalmente tiene a su presa acorralada. Una presa a la que disfrutó cazar.
Aurora estaba sentada en un rincón, con los brazos cruzados sobre su abdomen y la mirada perdida en el suelo. Su mente aún estaba asimilando el embarazo, aún estaba asimilando que tenía una vida dentro de ella, una vida que había sido concevida con amor.
Un hijo de Dante y de ella... un hijo producto del amor