Mateo caminó con paso firme por el pasillo hasta llegar a la habitación donde Aurora estaba encerrada.
Golpeó dos veces y abrió sin esperar respuesta. Bianca, que estaba sentada junto a Aurora, se levantó con tensión.
Aurora permanecía en la cama, pero su mirada ardía como fuego. Mateo sonrió con esa arrogancia característica suya.
—Bueno, princesa... es hora de que empieces a complacer al jefe —él dijo con tono burlón..
En cuanto Mateo se acercó y la sujetó del brazo, Aurora reaccionó con furia.
—¡Suéltame! —gritó, y alzó la mano con fuerza, golpeándolo en el rostro y dejándole una línea roja de uñas marcadas sobre la mejilla.
Mateo soltó una risa seca, furioso pero entretenido, y la sujetó con más fuerza del otro brazo.
—Eso va a costarte caro —musitó con rabia.
Bianca intentó interponerse, pero él la empujó sin mirarla siquiera. Tirando casi a rastras de Aurora, la sacó de la habitación rumbo al salón, mientras ella forcejeaba, gritando el nombre de Dante, con los ojos llenos