Con una respuesta de esa manera, no puedo quejarme. Él es alguien que hace lo que quiere, pero recompensa por ello, yo ya lo he comprobado. Por eso, solo niego sonriendo mientras él me giña un ojo disfrutando los beneficios económicos que le proporciona ser el jefe de la mafia.
‘Tal parece que no podré ganarle una discusión a Maximiliano.’ Me digo mentalmente.— Abusas de mi confianza y buena fe.— Lo sé, cariño. Lo siento, te recompensaré… ¿prefieres dólares o euros?— Ambos si es posible.— Vaya mente de tiburón, pajarita. Eres sorprendente. — dice Maximiliano.— Debo serlo, mi esposo es el jefe de la mafia, también debo ser sorprendente. — digo sonriente y él me abraza.No me dice algo más, solo se queda en silencio mientras el agua se ve cada vez más roja. Por lo que, dudo q