7. El Club de los Depredadores
La música del cuarteto de cuerdas llenaba el salón del Club Empresarial. Max había insistido en que asistiera. No como invitada. Como prueba viviente de que los Undurraga sabían reparar lo que se rompía.
—Necesito que todos vean que hemos superado nuestras diferencias —había dicho esa mañana mientras me tendía el vestido negro—. Que somos más fuertes que antes.
Mentira. Éramos más frágiles que un castillo de naipes en medio de un huracán.
Me moví entre los invitados con el vestido ajustándose a mi cuerpo como una segunda piel. Una actriz interpretando el papel de esposa reconciliada para una audiencia que conocía el guion mejor que yo.
Carmen Ibáñez, la esposa del ministro de Economía, fue la primera en abordarme.
—Lorena, querida, qué valiente eres. No todas tendríamos la fortaleza para... bueno, para seguir adelante después de todo.
Su sonrisa era perfecta. Sus palabras, venenosas.
—El amor verdadero supera cualquier obstáculo —respondí, tomando un sorbo de champán que sabía a victor