63. Entre Cadenas Invisibles
El último beso fue diferente.
No fue furia ni pasión descontrolada. Fue despedida—lenta, dolorosa, final. Sus labios se movían sobre los míos con una tristeza que me partió en pedazos. Como si estuviera memorizando cada detalle para cuando ya no pudiera volver a hacerlo.
Y yo lo dejé.
Porque sabía que también era mi adiós.
Cuando nos separamos, mantuvimos la frente pegada un momento más, nuestras respiraciones mezclándose en el espacio estrecho entre nosotros. Podía sentir el temblor en sus manos sobre mi cintura, la forma en que sus dedos se clavaban ligeramente en mi piel como si intentara retenerme físicamente.
—Lorena... —susurró mi nombre como una súplica rota.
—No —lo interrumpí con voz firme, aunque las lágrimas rodaban por mis mejillas—. No hagas esto más difícil de lo que ya es.
Me separé de él completamente. El frío me golpeó inmediatamente—la ausencia de su calor como un vacío físico. Me limpié las lágrimas con manos temblorosas, intentando recomponerme.
—Habla con Mendoza m