60. El Inicio de lo Inevitable
Miré a Max y por un momento vi al hombre que me abrazó cuando una llamada me derrumbó con malas noticias. Al que me juró que nunca me dejaría sola. Esas promesas rotas seguían clavadas en mi memoria, manteniéndome atrapada entre querer huir de él y rendirme a la seguridad que aún me provocaba.
La contradicción me desgarraba por dentro. Había días en los que lograba convencerme de que ya no sentía nada por él, pero bastaba una mirada para que todo se viniera abajo.
—Voy a quedarme afuera, pero si necesitas algo… llámame —murmuró con esa voz que conocía cada una de mis grietas.
Su tono era diferente al de la tarde, cuando estábamos firmando los papeles del divorcio. Ahora había algo más suave, más protector. Era la voz del Max que conocí hace años, antes de que todo se complicara.
Asentí sin hablar y corrí hacia urgencias. El aire nocturno me golpeó junto con el olor a desinfectante que escapaba de las puertas automáticas.
Dentro del hospital, vi a mi madre con el rostro desencajado y la