56. El Precio de la Libertad
—Lorena… —dijo, apenas un murmullo, como si su voz fuera lo único que lo mantenía de pie.
—No. —Lo interrumpí con firmeza, clavando la mirada en sus ojos, que parecían dos tormentas a punto de desatarse—. Esta vez hablaré yo.
Sentí mi pulso martillear en las sienes, pero mis palabras salieron claras, duras, irreversibles.
—Quiero el divorcio. Este matrimonio termina hoy, y lo hará por las buenas.
Lo observé clavando mis uñas en el bolso, recordando que el pendrive con todas las pruebas seguía allí, esperándome como un arma cargada. Inspiré hondo para no perder la compostura.
—Tú aseguras la protección de mi familia, y yo me voy. Si no aceptas, usaré estas pruebas para hundirte a ti también.
Sus ojos azules se abrieron con algo parecido a desesperación. Lo vi tragar saliva, como si mis frases lo hubieran despojado de todo el aire que lo sostenía.
—Yo aún te amo —susurró, y por un segundo, casi pareció humano.
Ese "aún" se me clavó como un cuchillo.
—Tu amor me mata. —Lo corté de nuevo,