130. Confesiones Dolorosas
Jueves, semana 15 de embarazo. Mansión Undurraga.
Ha pasado una semana desde que Camila entró a esa sala y encontró a Diego y a mí con caras de culpables. Una semana desde que él intentó mentir y ella lo supo. Una semana en la que mi teléfono ha estado dolorosamente silencioso—sin mensajes de mi mejor amiga, sin sus llamadas diarias que siempre llenaban mis tardes.
Una semana preguntándome si la perdí también.
El timbre suena a las tres de la tarde. María va a abrir mientras yo lucho por levantarme del sofá—cada día mi vientre está un poco más redondo, un poco más evidente. Quince semanas se están convirtiendo en dieciseis, y el bebé finalmente está haciendo su presencia conocida.
Escucho voces en el vestíbulo. María, con ese tono suave que usa cuando alguien está sufriendo. Y otra voz. Rota. Familiar.
Camila.
Aparece en el umbral del salón y el impacto visual me destroza. Se ve como Diego se veía hace una semana.
—Camila —susurro, levantándome demasiado rápido.
Ella se queda ahí, con