119. Revelaciones Importantes
El teléfono suena a las nueve en punto. Precisión militar. Es Max.
Me incorporo en la cama. Mi cuerpo se siente pesado, como si hubiera corrido una maratón mientras dormía. Contesto con voz rasposa.
—¿Lorena? —Su voz suena tensa—. ¿Cómo te sientes?
—Cansada —admito, frotándome los ojos—. Pero mejor que anoche. Ya no me da vueltas la habitación.
—¿Mareos? ¿Náuseas?
Puedo escuchar el miedo en su tono. Max no está preguntando por cortesía; está haciendo un triaje médico a distancia.
—Nada nuevo —miento a medias—. Solo cansancio.
—Paso por ti a las diez y media. La cita en la clínica es a las once. —Su tono no admite réplica—. No es negociable, ¿recuerdas?
—Recuerdo. Prometí y cumplo.
—Bien. Vístete cómoda. Y Lorena... gracias por no pelear sobre esto.
—Tú tenías razón anoche. Necesito que un médico me diga que todo está bien para poder dormir tranquila.
Cuelgo. Me levanto para ducharme. Pero en el momento en que mis pies tocan el suelo frío, sucede. Una ola de náusea violenta sube desde m