118. Despertar
MAX
El mundo se congela. Es como si alguien hubiera apagado el sonido de Madrid. Veo a Lorena balancearse. Veo cómo sus ojos, esos ojos inteligentes y feroces que tanto amo, se ponen en blanco. El pánico me atraviesa el pecho como una bala. No es metafórico. Es físico. Me olvido de Victoria. Me olvido de mi decepción, de su crueldad, de su presencia tóxica. Me olvido de todo.
—¡Lorena!
Mi cuerpo reacciona antes que mi cerebro. Me lanzo hacia adelante. Mis brazos la atrapan justo antes de que su cabeza golpee. Su peso muerto contra mi pecho es lo más aterrador que he sentido en años. Más aterrador que el cuchillo de Isabela. Más aterrador que la posibilidad de perder la empresa. Esto es real. Esto es ella.
Caigo de rodillas con ella en mis brazos. Le acaricio la mejilla. Está helada. Pálida como la cera. —¡Lorena! !
Miro alrededor buscando ayuda, buscando algo. Victoria sigue ahí, paralizada, con una mano tapándose la boca. Veo el shock en sus ojos. Probablemente nunca imaginó que sus p