117. El Colapso
Sábado por la noche. Casa Lucio.
El restaurante está exactamente como lo recordaba: luces cálidas, manteles blancos impecables, el murmullo suave de conversaciones elegantes. Pero esta vez se siente completamente diferente. Este no es el lugar donde Max traía a Victoria. Este es nuestro lugar—elegido conscientemente, sin el peso de memorias que no nos pertenecen.
—Estás radiante esta noche —dice Max, tomando mi mano sobre la mesa.
Sonrío, consciente de que probablemente tiene razón. A pesar del cansancio persistente que he estado sintiendo, hay algo en esta noche que me hace sentir más viva de lo que he estado en meses.
—Dos meses —digo, levantando mi copa de agua—. No puedo creer que hayamos llegado tan lejos.
Max levanta su copa de vino para brindar con la mía.
—Sesenta días de elegir esto conscientemente. De no caer en viejos patrones. De comunicarnos incluso cuando es difícil.
—Por sesenta días más —digo—. Y luego sesenta más después de esos.
Brindamos, y en el tintineo suave del c