100. Tres Meses Después
Tres meses. Noventa y dos días exactos desde que el martillo del juez selló mi libertad de Isabela, Alejandro y Santiago.
Y hoy, sin saberlo, todo iba a cambiar otra vez.
El sol de enero convertía mi apartamento en un caleidoscopio dorado. Cada rayo que atravesaba estas ventanas de piso a techo—ventanas que elegí deliberadamente porque eran lo opuesto a los fríos mármoles de la mansión Undurraga—me recordaba que esta vida era mía.
Solo mía.
¿Por qué entonces sentía como si algo estuviera a punto de arrebatármela?
Consulta psicológica
"¿Cómo te sientes con el contacto limitado que mantienes con Max?"
La pregunta flotó en el aire del consultorio como humo que no se disipa. Paredes color crema, muebles de madera que susurraban calma—este lugar se había convertido en mi confesionario semanal.
—Necesario —respondí, acomodándome en el sillón de cuero familiar.
Porque la verdad era más complicada.
Al principio creí que Max y yo podríamos ser amigos inmediatamente. ¡Qué ingenua! Como si se pud