—¡Mientes! ¡No hicimos nada! ¡No me apareé contigo! ¡Estás mintiendo! —gritó el Alfa Kaen, su voz resonando en la oscuridad de la noche.
La furia ardía en su pecho como un fuego incontrolable. Cada palabra de Claire era como un puñal que lo atravesaba, y su corazón latía con una mezcla de rabia y confusión.
Claire, con lágrimas en los ojos, sollozaba mientras sentía que su mundo se desmoronaba.
La desesperación la consumía, pero había un destello de astucia en su mirada, un brillo que no podía ocultar.
—¡Es verdad! Hicimos el amor, como dos almas perdidas en la tormenta. ¿Por qué dudas de mi amor? Kaen, me he enamorado de ti. Te lo suplico, ¡ámame! Isabella no volverá, pero yo estoy aquí, dispuesta a quedarme a tu lado. Hazlo por la manada, por nuestro cachorro —su voz temblaba, pero había una firmeza oculta en sus palabras, una manipulación sutil que intentaba disfrazar de amor.
Kaen, sin embargo, solo sintió asco.
La idea de que Claire intentara jugar con sus sentimientos lo llenaba