“¡Cira ya sabe que el acta de matrimonio era falsa!”
A Héctor se le aceleró la respiración. ¿Cómo se enteró?
Un fogonazo de memoria: aquella tarde en la puerta, cuando Cira preguntó por el Registro Civil.
“¿Desde entonces ya sabía la verdad?”
Otros detalles empezaron a encajar: la llamada para “cancelar la boda”, su calma cada vez más fría, la forma en que lo empujó hacia Charlotte…
Héctor cayó de rodillas, desesperado.
Así que, una semana antes, Cira ya planeaba irse, y él—sin darse cuenta—dejó pasar la última oportunidad de recuperarla.
“Yo solo quería ayudar a Charlotte”, se repetía. “Nunca pensé en separarme de Cira. ¿Cómo pudo irse así, tan duro, tan definitivo? Por lo menos… por lo menos debió darme una oportunidad de explicarme…”
Sin nada más que hacer, marcó su número una y otra vez. Aunque la pantalla estaba salpicada de sangre, siguió aferrado al celular, con los dedos entumidos.
Aeropuerto de Port Aurelia.
Apenas bajó del avión, Cira vio más de cien llamadas perdidas. Recién