Mundo ficciónIniciar sesiónLos días que siguieron al ritual se fundieron en una bruma de dolor compartido y una intimidad abrumadora. La cabaña, antes un espacio frío y ajeno, se convirtió en su santuario, un nido donde el mundo exterior, con sus miradas codiciosas y susurros de asombro, no podía penetrar.
Para Elizabet, el vínculo era una sinfonía constante en el fondo de su mente. Al principio, el dolor de la pierna rota de Darius era una nota discordante y aguda que la hacía estremecerse con cada movimiento brusco de él. Pero a medida que aprendía a navegar por su conexión, descubrió que podía hacer algo más que simplemente sentir. Podía enviar oleadas de calma, imágenes de bosques tranquilos y arroyos frescos que parecían mitigar el dolor, transformándolo en un eco sordo. A cambio, él la envolvía en un torrente de gratitud, una calidez protectora que disipaba l







