La puerta del estudio se cerró con un sonido seco que retumbó en el pecho de Valeria como un presagio. Aleksandr se giró lentamente, su expresión inescrutable mientras observaba el sobre manila que ella sostenía con manos temblorosas.
—Necesito que me expliques esto —dijo Valeria, su voz quebrada pero firme. Arrojó el sobre sobre el escritorio de caoba. Las fotografías y documentos se dispersaron como cartas marcadas en un juego sucio—. Especialmente esta fecha: 18 de octubre, hace diez años.
Aleksandr se acercó al escritorio, sus ojos recorriendo los documentos sin tocarlos, como si fueran explosivos a punto de detonar. Su mandíbula se tensó, un músculo palpitando bajo la piel mientras procesaba lo que veía.
—¿De dónde sacaste esto? —preguntó finalmente, su tono peligrosamente controlado.
—Eso no importa —replicó ella, dando un paso adelante—. Lo que importa es si es verdad. ¿Tu familia tuvo algo que ver con la muerte de mis padres?
El silencio que siguió fue ensordecedor. Aleksandr l