El amanecer se filtraba por las cortinas de la habitación cuando Valeria despertó. Aleksandr dormía a su lado, su respiración profunda y el brazo protector que la rodeaba le daban una falsa sensación de seguridad. Observó su rostro relajado, tan distinto al hombre implacable que todos temían. La cicatriz en su mejilla parecía menos severa bajo la luz tenue de la mañana, como si también ella descansara de su propia historia.
Con cuidado para no despertarlo, Valeria deslizó su cuerpo fuera de la cama. Su vientre, ahora ligeramente más abultado, le recordaba constantemente que sus decisiones ya no afectaban solo a ella. Mientras se ponía una bata de seda, contempló la ironía de su situación: había huido de una traición para caer en los brazos de un hombre cuya vida entera estaba construida sobre peligros que ni siquiera podía imaginar.
En la cocina, preparó café mientras revisaba su teléfono. Tres llamadas perdidas de Zoe. Un mensaje: "Necesitamos hablar. Es urgente."
—¿Problemas tan temp