El silencio de la habitación era tan denso que Valeria podía escuchar el latido de su propio corazón. Sentada en el borde de la cama, repasaba mentalmente la conversación con [nombre familiar] del día anterior. Había algo en sus palabras, en la forma en que mencionó detalles de su infancia, que le provocaba una inquietud imposible de ignorar.
"Tu madre siempre decía que eras terca como tu abuelo paterno", había comentado [nombre] con naturalidad mientras tomaban café. "Y ese lunar en tu hombro izquierdo... idéntico al de tu tía Mirabel."
Valeria nunca le había hablado de su abuelo. Ni de su tía Mirabel. Ni del lunar.
Se levantó de un salto cuando escuchó la puerta principal abrirse. Aleksandr había salido temprano, sin decirle adónde iba, solo que tenía "asuntos que resolver". La frase que siempre usaba cuando no quería preocuparla, aunque invariablemente conseguía el efecto contrario.
—¿Alek? —llamó, bajando las escaleras con cautela.
Lo encontró en el vestíbulo, hablando en voz baja