La luz del amanecer se filtraba por las cortinas de seda cuando Valeria despertó. El brazo de Aleksandr rodeaba su cintura con firmeza, como si incluso en sueños temiera perderla. Observó su rostro relajado, tan distinto a la máscara impenetrable que solía mostrar al mundo. La cicatriz en su mejilla parecía menos severa bajo la tenue luz matutina, casi como una pincelada en un lienzo perfecto.
Con cuidado para no despertarlo, Valeria se deslizó fuera de la cama. Su vientre, ahora ligeramente abultado, le recordaba constantemente el lazo que los unía más allá de la pasión y el deseo. Se envolvió en una bata de seda y caminó descalza hasta el ventanal. El penthouse, imponente y moderno, ofrecía una vista privilegiada de la ciudad que apenas despertaba.
Mientras contemplaba el horizonte, sus pensamientos vagaron hacia la conversación que había escuchado la noche anterior. No había sido su intención espiar, pero las voces alteradas de Aleksandr y Viktor en el despacho habían captado su ate