El sol se ocultaba tras los edificios cuando Valeria salió de la clínica. Había sido un día agotador, pero satisfactorio. Las náuseas matutinas habían disminuido y el doctor le aseguró que todo marchaba perfectamente con su embarazo. Acarició su vientre, que apenas comenzaba a mostrar una sutil curva, mientras esperaba que el chofer que Aleksandr había asignado para ella apareciera.
Miró su reloj. Andre llevaba quince minutos de retraso, algo inusual en él. Sacó su teléfono para llamarlo, pero antes de marcar, notó un mensaje de un número desconocido: "El chofer tuvo un contratiempo. Enviamos reemplazo. Coche negro, placa AKV-247".
Valeria frunció el ceño. El protocolo de Aleksandr era claro: cualquier cambio debía ser comunicado directamente por él o por Viktor. Sin embargo, el cansancio nubló su juicio y, cuando un sedán negro se detuvo frente a ella, subió sin pensarlo demasiado.
—Buenas tardes, señorita Montes —saludó el conductor, un hombre de complexión robusta y acento extraño.