El cielo de la ciudad se teñía de un gris plomizo mientras Valeria observaba por la ventana del penthouse de Aleksandr. Llevaba casi una hora esperándolo, acariciando distraídamente su vientre que apenas comenzaba a mostrar los primeros signos de su embarazo. El lugar se sentía extrañamente silencioso ese día, con menos hombres de seguridad de lo habitual.
Viktor entró con paso apresurado, sobresaltándola.
—Señorita Valeria, debemos irnos ahora —dijo con una urgencia que no intentó disimular.
—¿Qué sucede? ¿Dónde está Aleksandr? —preguntó ella, incorporándose de inmediato.
—El señor Volkov está ocupándose de un asunto urgente. Me ha ordenado llevarla a un lugar seguro.
La expresión de Viktor no dejaba lugar a discusiones. Valeria tomó su bolso y lo siguió hasta el garaje subterráneo, donde un vehículo blindado los esperaba con el motor en marcha.
—¿Es Iván? —preguntó ella mientras el coche se deslizaba por las calles de la ciudad.
Viktor apretó el volante con fuerza antes de responder: