94. Finge
La marca le ardía todavía, un pulso caliente que latía bajo la piel como una herida recién abierta.
Lana apretó la mandíbula, se miró en el espejo y volvió a frotarse el cuello con el paño húmedo. El agua fría le corría por los hombros, por la clavícula, hasta empapar el borde de la camisa. Nada servía. La sensación seguía ahí, ese calor, el hormigueo, aún podía sentir la respiración de él todavía sobre su piel.
—¿Por qué lo hiciste? —murmuró casi sin aliento.
"¿Fue por furia? ¿Por castigo? ¿Por marcar territorio... o por amor?"
La palabra la golpeó en el vientre.
Amor.
Negó con la cabeza, furiosa consigo misma y tomó el pequeño frasco de base que había conseguido de una de las concubinas. Con movimientos torpes empezó a cubrir la zona del cuello. La piel se le irritó enseguida, pero siguió hasta que la mancha rojiza desapareció bajo el maquillaje.
Cuando terminó, respiró hondo.
—Finge, hoy todo terminará, Lana.
A media mañana el harén era una locura.
Lana se unió a las otras hembras