95. Imposible de disimular
Lana respiró hondo antes de entrar al salón, llevaba una bandeja en las manos, la espalda erguida y la mirada baja.
Se dedicó a servir como las otras concubinas pero se encontró con la mirada de Zoe.
Ambas se dirigieron al mismo lugar, la cocina, esperaron que todas se fueran y Lana se le acercó.
—Zoe... —susurró—. No sé cómo agradecerte por todo.
—No digas eso.
—Sí, debo decirlo —insistió Lana con la voz temblorosa—. Desde que llegué, todos me miraban como si fuera una intrusa, una hembra rota. Pero tú fuiste la única que me habló sin desprecio. La única que me miró como a una persona.
Los ojos de Zoe se llenaron de lágrimas.
—No hice nada que no haría por una amiga.
Lana sonrió y aquella sonrisa dolió.
—Nunca tuve una amiga —confesó—. No de verdad. Antes... siempre fui la hija que no debía existir. Y aquí solo una concubina más. Pero tú... —su voz se quebró— tú fuiste mi familia en este lugar.
—No digas eso o no podré dejarte ir.
Lana se acercó un paso más y la abrazó.
Al principio f