60. No hoy
Lana abrió la boca, mirándolo a los ojos firmemente antes de pasar su lengua por su labio inferior y responder con hambre, temblorosa, aunque sus mejillas se sonrojaron inevitablemente.
—Lo quiero, ahora.
Ni siquiera tuvo terminar de decir, completamente las palabras, cuando él se ciñó a ella.
Las manos de Eryx recorrieron su cuerpo como si lo memorizara.
Como si hubiese estado esperándola toda su vida.
Los muslos de Lana se abrieron por inercia.
No por sumisión.
Por necesidad.
Porque dolía.
Porque el vacío entre sus piernas ardía como una herida abierta.
Y él era la única cura.
—Dios... hueles tan bien... —susurró con la voz ronca y la respiración al borde.
Lana no podía responder.
Solo temblaba.
Su mente ya no podía razonar.
Solo sentía.
Y sentía cada centímetro de él.
Su dureza, su calor, su poder.
La manera en que la sostenía como si fuese suya la hizo arder aún más.
Como si no existiera mucho más allá de sus brazos, de su agarre posesivo.
—Dime que me quieres —murmuró él con la b