35. La Omega provocadora
El Ala del harén esa noche era un hervidero. Las concubinas se habían vestido con sus mejores sedas, los perfumes dulces saturaban el aire y la música de los tambores recorría los muros de piedra, vibrando como un corazón desbocado. Eryx había convocado a varios alfas de clanes vecinos, aliados que merecían espectáculo, hospitalidad y, por supuesto, la exhibición de su poder.
Todas las miradas estaban puestas en las hembras. Delia sonreía con su encanto calculado y otras tantas se disputaban la atención de los machos que bebían y reían, ocupando los cojines de cuero y copas de oro. Sin embargo, fue cuando Lana entró en escena que el ambiente cambió.
No era la misma hembra humillada por la voluntad del Alfa. Ahora caminaba con una seguridad nueva, cada movimiento calculado, cada mirada afilada. No era sumisión lo que desprendía, sino un magnetismo peligroso, el tipo de aura que podía doblegar sin necesidad de fuerza y poner de rodillas al más poderoso.
Los machos Alfas de clanes aliado