La biblioteca de la mansión Draeven se había convertido en el refugio favorito de Adriana. Mientras pasaba los dedos por los lomos de libros centenarios, sentía una extraña paz que contrastaba con el caos que era su vida desde aquel fatídico accidente. La luz tenue de las lámparas antiguas proyectaba sombras danzantes sobre las estanterías de madera oscura que llegaban hasta el techo.
Adriana se detuvo frente a un ejemplar particularmente antiguo, sus dedos acariciando el cuero desgastado por el tiempo. Tan absorta estaba que no percibió la presencia de Lucien hasta que su voz resonó a escasos centímetros de su oído.
—Fascinante elección —murmuró él, su aliento frío rozando la piel de su cuello—. Primera edición de "Las flores del mal". Baudelaire entendía perfectamente la dualidad entre el deseo y el tormento.
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