El temblor que sacudía las entrañas del mundo no provenía del fuego, sino del eco del hielo respondiendo al despertar de Rhea. En las regiones olvidadas más allá del norte, donde la luz del sol no llegaba y los vientos cortaban como hojas, el hielo negro se resquebrajaba con un suspiro que tenía siglos de edad.
Algo se movía.
Algo que había esperado demasiado tiempo.
...
Rhea se mantuvo de pie en el centro del santuario, la respiración entrecortada, la piel electrizada. La marca en su espalda aún brillaba, ahora con runas que se extendían por sus costillas y parte de sus brazos. Su cuerpo temblaba, no de miedo, sino de contención. Era como si llevara un nuevo fuego bajo la piel, uno que no podía contener. El eco de la sala aún vibraba con las palabras no pronunciadas de Veyrion. Rhea sentía que parte de sí había cruzado un umbral invisible, donde el fuego ya no era una herencia impuesta, sino una voz dentro de su sangre. Una voz que hablaba de fuerza, deseo... y peligro.
Kael seguía d