Cap. 56: Vamos a salir de dudas.

El eco de los pasos de Amelia resonó en los pasillos blancos del hospital. Caminaba con el corazón en un puño, como si cada latido pesara más que el anterior. Avanzaba con el rostro pálido, los dedos temblorosos y la mente llena de imágenes que se negaba a mirar de frente.

Pero no fue la imagen de Lisandro inconsciente lo primero que encontró.

—¿Qué haces aquí? —la voz afilada de Berenice Elizalde se elevó como un látigo, deteniéndola a unos pasos de la sala de espera.

Amelia se quedó quieta. La reconoció al instante: la misma mujer elegante, fría y despiadada que, años atrás, la había despreciado sin piedad. Y no venía sola. A su lado, como una sombra maliciosa, estaba Sarah, con su pelo perfectamente planchado y una sonrisa venenosa en los labios.

—Nunca fuiste bienvenida en esta familia —continuó Berenice, sin molestarse en disimular su desprecio—. Tu presencia aquí es una falta de respeto. No tienes ningún derecho.

—Te lo advertí —agregó Sarah, cruzándose de brazos con gesto victo
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