Capítulo 93-Lina

—Estás loca —Pasa un brazo por mis hombros.

—Lo sé —aseguro, recostando mi cabeza en su pecho.

—Voy a cuidar de ti —me promete.

—También lo sé.

—Y de mi princesita —jura, pensando en Aye.

—Cuento con eso —pronuncio, y beso su mejilla. Me sonríe y aprieta mis hombros con su mano.

-¿Corona? —pregunta, con una ceja levantada.

—Sip —Saltamos del escenario para caminar hacia la barra.

—Voy al baño —avisa después de pedir las cervezas.

—Está bien —asiento.

—Cantas bien —habla un hombre a mi lado.

—Gracias —digo, mirándolo de soslayo.

El tipo vuelva a hablar, lo miro de reojo y bebo un trago de mi cerveza; no sé qué dice señalando con la mirada a Gaby, que se acercaba a nosotros. Entonces, le doy una mirada significativa, la cual entiende a la perfección; pasa el brazo por mis hombros y besa mi mejilla. El hombre se da la vuelta y se aleja, murmurando por lo bajo.

—No puedo sacarte a ningún lado —ironiza.

—No saques la correa todavía —bromeo.

—Dame eso —toma la Corona y le da un generoso trago.

—¿Ahora vas a emborracarte? —inquiero sarcásticamente.

—Solo me refresco.

—El agua es refrescante también —suelto en broma.

—Eso me hace mal; Creo que tiene algo que ver con el óxido —suelta.

—¿Estás queriendo decir que si tomas agua te oxidas? 

—Eso mismo, "ángel".

—No te burles.

—¿Pero de dónde sacó eso de ángel? —indaga, incrédulo—. Dice eso porque no te conoces; cuando lo haga, va a cambiar su apodo... Estoy seguro.

—Lo dice por mis ojos; algo así como que son muy claros. Eso fue lo que me explico —le comento, elevándome de hombros, y él se carcajea.

—A tu hombre le falta un tornillo; pero me gusta. Tiene agallas.

—¿A qué te refieres?

—Está saliendo y, por Dios, Lina, conviviendo contigo. Tiene las bolas más grandes que haya visto —El muy maldito se burla de mí. Le doy un puñetazo en el hombro, pero rio con él. De verdad que Alex tiene agallas, y más por pasar por todo esto y permanecer a mi lado—. ¿Vamos? —pregunta riendo.

—Sí, antes de que venga algún otro idiota.

— ¿Qué te dijo? —pregunta.

—Ni idea —respondo encogiéndome de hombros, y él se hace escuchar con una carcajada —. Tengo que aprender inglés.

—Ya somos dos.

"La gente tiene más temor a la muerte que al dolor. Es extraño que ellos le teman a la muerte. La vida duele mucho más que la muerte. Cuando la muerte llega, el dolor termina"

Jim Morrison.

—Hola. ¿Lina, verdad? —dijo un hombre extraordinariamente sexy; un tipo rubio, de ojos celestes y una espalda ancha, mostrando sus asombrosos bíceps con su camiseta de cuello corte en v negra y mangas cortas—. Soy Lucas, del grupo de F******k —explicó al ver que yo estaba en modo "mute".

—Sí... Soy Lina —pronuncié, recuperando el habla.

Él sonriendo y miró a su lado, veo que hay otro chico de cabello y ojos oscuros, con una camiseta similar a la de Lucas, pero blanca, también mostrando unos bíceps trabajados. Él era la noche y Lucas el día: por todas las cruzadas religiosas, estos hombres son dos dioses griegos.

 —Él es Gaby —señaló al pelinegro.

—Hola —le sonreí—. Al fin nos conocemos... ¿Y los demás? —pregunté al darme cuenta de que falta más gente del grupo.

—Ya deben estar por llegar; al menos, eso hablaban —respondió Gaby conforme tomaba asiento delante de mí y Lucas a su lado.

En ese momento llegó Sole, que había ido a buscar nuestros daiquiris; quedó con la quijada por el suelo y los ojos como platos al ver a los dos monumentos sentados en nuestra mesa. No pude evitar reírme. ¿Así de estúpida me vio yo hace un instante?

—Sole, las moscas —murmuré, observándola fija. Ella salió del trance y dejó las bebidas sobre la mesa, mirándome de reojo.

—Hola —musitó.

—Ellos hijo Lucas y Gaby, los del grupo —presenté—; los demás ya vienen —concluí, verificando que en el grupo avisaban que estaban cerca del lugar.

Ellos se presentaron sonriendo, es obvio que se dieron cuenta de la quijada en el suelo, y podría jurar que vi un hilo de baba cayéndole de esta.

— ¿Hace mucho que se conocen? —curioseó Gaby.

—Desde la primaria —contestó Sole.

¿Ustedes? —pregunté, ya que veía que a mi amiga le costaba encontrar sus cuerdas vocales como era debido.

—De la secundaria; Trabajamos juntos, pero eso ya lo sabían. Lo dijimos en el grupo —nos indicó Lucas.

Sí, recuerdo que dijeron que eran policías, que trabajaban juntos, así que solo asentí.

—Voy a buscar tequilas —anunció, al ver que mi daiquiri se estaba terminando—. ¿Alguien quiere? —Todos asintieron.

—Te acompaña —manifestó el rubio.

—Cuatro tequilas —pedí—. Entonces... —comencé, dirigiéndome a Lucas.

—¿Entonces? —repitió.

—Como policías, ¿ya nos investigan a todos antes de hacer la juntada? —Él no pudo evitar carcajearse.

—No —negó—. Bueno, no a todos —terminó confesando.

—¿Me investigas? —cuestioné, finciendo acongojo. Él ni negó, ni afirmó—. Lo hiciste —lo acusé riendo, y él se unió a mi risa—. Eso no se hace —demandé, cuando me di cuenta de que en realidad no era bueno que me investigaran.

—Lo siento —esbozó, bajando la mirada y rascándose la nuca—. Mala costumbre.

—¿Y qué sabes de mí? —pregunté con cautela.

—Que terminaste la escuela... Que trabajas como camarera en un restaurante, tienes una hija... En realidad, lo que contaste en el grupo —Me miró fijamente a los ojos—. No quise incomodarte; por tu mirada, sé que no te gustó mucho lo...

—No hay problema —lo interrumpí, un poco aliviada porque no sabía mucho de mí.

—¿Tiene secretos, señorita Rinaldi? —indagó elevando una ceja.

—Todos los tenemos —contesté, tomando los tragos y dirigiéndome a la mesa con los demás.

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