Despierto jadeando, incorporándome con rapidez en la cama, con sudor frío corriendo por mi frente y las mejillas mojadas por las lágrimas.
—Fue solo sueño —musito para mí misma.
—¿Estás bien? —pregunta Alex a mi lado.
—Sí —Me aferro a él, respirando profundo para robar su aroma y perderme en su perfume.
— ¿Qué está mal? —se interesa, besando mi cabeza.
—Soñé... Soñé con el día que conocimos a Lucas y Gaby — Empiezo a llorar, sin poder aguantar la angustia de los recuerdos que me trajo ese sueño.
—Shuu —Acaricia mi espalda—. Tranquila; Estoy aquí... Estoy aquí para ti.
—No sé cómo hacer para afrontar a su familia en el funeral —le hago saber, saliendo de sus brazos para mirarlo a los ojos.
—Eres fuerte, ángel, sé que vas a poder hacerlo.
—Pero es que... tengo miedo.
—¿De qué tienes miedo?
—De que... Es mi culpa; Él murió porque lo metí en esta m****a.
—No es así —afirma—. Lina, escucha... Lucas murió haciendo su trabajo; era su deber, mi amor... Y mira, murió haciendo las dos cosas que más le importaban: Su trabajo, y cuidar de ti y de Aye. Es lo que él quería —Me besa los labios de una manera suave y dulce.
Busco su reconfortante cuerpo y me escondo en él. Me quedo pegada a Alex, hasta que Morfeo reclama por mí y me hundo en un profundo sueño.
Estoy sentada mirando sin parpadear el cajón donde yace Lucas. El sacerdote está haciendo su discurso típico, al cual no estoy prestando atención; Mi mente no ha parado de vagar, desde ese sueño.
En el avión de vuelta a casa, no quise dormir por temor; Tengo miedo de que en vez de soñar con los momentos lindos que hemos tenido, vaya a soñar cuando su cuerpo se enfriaba para hacerle paso a la muerte. Y para darle más énfasis a toda esta m****a, mis padres siguen en el hospital; En cuanto termine el sepelio tengo que pasar a verlos, ojala estén mucho mejor física y emocionalmente. Para agregarle un poco más de la amarga verdad a todo esto, tengo a mi lado a mi hija; Esta vez no quería dejarla con nadie. En un instante pensé en Sofi o Tony, pero tengo miedo de que les pase algo a ellos para ayudarme. Ya no voy a involucrar a más gente en toda esta pesadilla, creo que con la cantidad que somos, hay suficiente para agonizar más de la cuenta.
—Bien... —suena la voz de Gaby, sacándome de mis pensamientos—. Todavía no puedo creer que me hayas dejado solo con las dos ninfómanas de Lina y Sole —Niega con la cabeza, para darle más efecto a su comentario—. Da igual; cuando nos encontremos allá —Señala hacia el cielo—, voy a patearte el culo por hacerme esto —dice, perdiendo la voz. Toma una respiración profunda para recomponerse, y sigue—. No te preocupes; no tuve tiempo de decírtelo antes, pero tanto Aye como Lina, están a salvo, están bien, y están con nosotros... —No pudo continuar; su voz se apagó, y pude detectar como sus ojos se llenaban de lágrimas. Se baja con brusquedad del estrado; lo sigo con la mirada, lo veo que camina unos metros y agarra un cigarrillo.
—Lina, ¿quieres subir? —me pide la madre de Lucas.
No quiero hacerlo, no soy tan fuerte como hago que me vean los demás, no creo que pueda hacer esto. Estoy por negar, cuando Sole se adelanta y sube. Extiende un papel en sus manos, toma unas cuantas bocanadas de aire para calmar el sollozo y, sin mirar hacia nosotros, empieza a leer.
—Cuando una amistad se ha fortalecido con el tiempo y las experiencias buenas y malas, esa amistad llega a crecer al grado de convertirse en una relación filial; es decir, la unidad y el vínculo que crea la hermandad. El hermano lleva la misma sangre, pero el amigo convertido en hermano se ha unido por la sangre y el corazón, el alma misma —Le tiembla la barbilla, se limpia las lágrimas que corren por sus mejillas como un riachuelo y, tomando todo el valor de su interior, continúa—. Fácil es conocer gente, sencillo es decirse amigos, difícil es mantener la amistad, imposible es dejar perder a un verdadero amigo. —concluye, y no es hasta que Alex limpia mis lágrimas con delicadeza, que me doy cuenta que estaba llorando.
—Respira —susurra en mi oído.
Tampoco me había percatado que contuve la respiración durante el tiempo que Sole estuvo hablando. Él toma mi mano y la aprieta fuerte, y creo que lo necesito más de lo que puedo y quiero reconocer.
Sole baja del estrado y se abalanza sobre Erik. Ella se hace una bolita y se esconde en el cuerpo de su hombre. Él la reconforta, susurrándole en el oído, besándole los cabellos y frotando las manos en su espalda.
—Disculpe que no hable, sabe que no soy buena con las palabras —me disculpo con la madre de Lucas, ya que no subí; Simplemente no tuve el valor.
-Perder; no te preocupes, mi niña —dice, extendiendo sus brazos para luego tomarme con ellos—. Él sabe que estás aquí, y sabe lo que sientes —Me suelta, y se aleja un poco para poder mirarme—. Recuerdo una vez que dijo que él, junto con el nene —Con "nene" se refiere a Gaby; para ella, él nunca creció. Creo que, por su comportamiento, para nadie lo hizo; ni siquiera para él mismo—, iban a cuidar de ustedes hasta estar muertos, les gustase o no —Me sonríe con tristeza—. Recuerdo lo enojado que estaba ese día; Todo porque se fugaron las dos un fin de semana, y ellos no sabían nada de ustedes. Ay, mi niña, no sabes cómo estaba; hasta podía ver cómo le salía humo por las orejas, y me dejó un hueco en el pasillo de la casa de tanto ir y venir —No pude evitar reír.
Recuerdo cuando llegamos con Sole de nuestra mini-aventura; no echaba humo, echaba fuego. Y recuerdo bien lo que dijo.
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— ¿Dónde estaban carajos? —Atacó, apenas cruzamos la puerta de su casa el lunes por la noche, para comer como hacíamos normalmente los cuatro.
—En mi casa —respondí sin entender y atónita por su estado, nunca lo había visto de ese modo.
—No te hagas la desentendida. Este fin de semana, ¿dónde m****a estaban las dos?
—Tenía unos bouchers para un spa y nos fuimos —habló Sole—. ¿Cuál es el problema?
—El problema es que nadie sabía nada de ustedes. Son unas inconscientes; los padres de una diciendo que estaba con la otra, los padres de la otra diciendo que estaba con la otra. Qué m****a con ustedes dos —Estaba eufórico, y como era de esperar, a mí me salto la térmica.
—No eres nuestro padre para hablarnos de esa manera, así que, andá bajando varias revoluciones, que te acercas a una curva, querido.
—No lo soy, gracias a Dios que no lo soy —vociferó, levantando las manos al cielo con exageración.
—Bueno, rubio, tranquilo; Que eres joven para que te de un ACV —intervino Gaby —. Estábamos preocupados, ni siquiera atendieron el teléfono —acotó, mirando entre Sole y yo.
—No teníamos señal —le hizo saber la pelirroja.
—Podrían haber avisado antes de irse. Ustedes qué tienen en la cabeza, hijo...
—¡¡Basta!! —lo interrumpí—. Deja de joder; Somos grandes, y no eres nadie para hablar de esta manera. Basta con la paranoia.
—No es paranoia, me preocupa por ustedes —Yo me mofé y, por mi acción, él se acercó más a mí y habló señalándome con el dedo—. Que te queda una cosa bien clara —De sus ojos salían llamas de fuego infernal—, tanto Gaby como yo vamos a cuidar de las dos, estemos vivos o muertos, y ya sea que les guste o no. ¿Te quedó claro? —dijo, desafiándome con la mirada a que lo contradiga.
—Hazme un favor, y métete ese dedo por donde te quepa —dije, señalando el dedo con el que me seguía apuntando, que si estaba cargado lo vaciaba en mí, de seguro. Me di la vuelta y salí de esa casa hecha un volcán a punto de erupción.
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