Capítulo 69-Lina

—No se suponía que fuera así.

—Ya terminó —murmura, y besa mi cabeza.

—Gracias.

—¿Por qué? —pregunta, separándose unos centímetros para verme y acomoda un mechón de pelo tras mi oreja.

—Por mantener la calma —Lo beso para no darle lugar a decir más nada.

Me arrincona contra la pared, besándome con intensidad, con necesidad, posa una de sus manos en mi nuca y la otra en mi cadera, volviéndome prisionera entre la pared y su cuerpo, hasta que volvió a sonar el timbre de la puerta; refunfuñando, la abro. En esta oportunidad sí era Lucas. Nos dirigimos hacia la cocina a tomar unos cafés, le comento lo que pasó con Seba y no le gustó nada el no haber estado aquí para ponerlo en su lugar, y sé que ahora viene su reprimenda.

—Yo siempre te dije que no me gustaba —exclama.

—Sí, lo sé; pero de todas formas, su mirada era diferente, destilaba mucha malicia, no parecía él.

—Y que querías?, le cortaron con otro hombre presente —acusa mi querido amigo.

—Ya sé que no estuvo bien, Lucas. Pensaba hablar con él, solo que se adelantó y no me siento bien por eso —le explico, tratando que entienda que así no era como quería hacer las cosas.

—Sé cómo te sientes, lo decía solo para molestarte —entona, sonriéndome con cariño.

—No me dio buena espina ese tipejo —habla Alex.

En ese momento vuelve a sonar el timbre de la puerta, este día parece no acabar; me lo hacen a propósito, hoy están todos con ganas de joderme.

—Mi casa parece una estación de paso —mascullo, mientras me levanto para ir a abrir.

—Yo voy —anuncia Alex, agarrándome el brazo para que vuelva a sentarme. Lo hago y él sale de la cocina.

— ¿Qué es lo gracioso? —le espeto a Lucas, que me mira sonriendo.

—Que si alguno de nosotros te hubiera agarrado el brazo para hacer que vuelvas a sentarte, como mínimo saldríamos con la nariz rota —contesta divertido.

—Eso no es verdad —me defendiendo.

—Sí que lo es, y lo sabes.

—Bueno, tal vez a veces, un poco —balbuceo.

—Señoritas —saluda Gaby, entrando a la cocina con Alex y cortando mi balbuceo.

—Si vienes a buscar la muñeca inflable, aquí no está —ataca Lucas.

—Ya lo sé, está en tu casa —contraataca el morocho.

— ¿Cómo estás, Gaby? —lo saludo.

—Bien; de hecho, vine hablar contigo —demanda, señalándome.

-De acuerdo. ¿Pasó algo? —pregunto, elevando una ceja, la verdad no se me ocurre qué puede llegar a querer hablar a esta hora.

—Amm —balbucea.

—¿Está todo bien, Gaby? —pregunto.

—Amm —nuevamente balbucea.

— ¿Algo va mal? —Indaga Lucas.

—Amm —repito, y ya me está poniendo nervioso.

—A ver, no sé mucho sobre ese tema del yoga, pero estoy segura de que la palabra para meditar es "om" y no "am" —expreso, ya irritada del balbuceo del idiota de mi amigo.

—Encontraron a Dany —larga sin más, con velocidad.

— ¿Está preso? —cuestiono con un poco de esperanza.

—No —niega—; lo vieron esta tarde en el aeropuerto —explica.

—¿Entraba o salía? —interroga a Lucas.

—Entraba —responde Gaby. ¿Entraba? ¿De dónde venía? ¿Qué m****a está planeado ese imbécil?

—¿De dónde venía? —digo en voz alta la pregunta que tenía en mente.

—Ni idea, están averiguando eso con el personal del aeropuerto; se ama en las cámaras de seguridad, pero hay que revisarlas bien —explica.

—Lo siento tan cerca —murmuro.

—Tranquila, no va a tocarlas, ni a ti ni a Aye —promete Alex.

—Mañana después del funeral vamos a averiguar qué m****a está tramando —anuncia Lucas, y dirijo mi mirada hacia él.

—Sí, ahora es mejor que nos vayamos a descansar —entona Gaby, levan-tándose.

—Bien. Lu...—lo llamo—, mañana trae los expedientes de tu padre; Estoy seguro que eso nos va a decir qué puede estar tramando —le pido.

—Mañana después del funeral nos juntamos todos aquí, y revisamos esos expedientes de punta a punta —asegurada, regalándome una sonrisa concilia-dora.

—Gracias —esbozo.

—De nada —me besa la mejilla y saluda a Alex con ese saludo de hombre; Gaby hace lo mismo y salen peleando, como hacen siempre.

Me levanto suspirando a un metro las tazas en el lavavajillas. No creo que pueda a dormir hoy, que pueda descansar, ni dejar de pensar en ese idiota. Tampoco creo que pueda hacer otra cosa que no sea pensar en dónde estará, en cómo atraparlo, en cómo hacer que desaparezca. Es demasiado para mí.

— ¿Cómo estás? —quiere saber Alex, sacándome de mi ensimismamiento, girándome para que lo mire y apresando mi cuerpo con el suyo.

-Nariz.

—Bueno, podemos averiguarlo juntos —manifiesta con su media sonrisa seductora, besándome la nariz.

—Eso suena bien —murmuro, dejándome ser.

Gruñe contra mi cuello, luego aborda mi boca sin preámbulos. Me besa de esa forma que me gusta y que hace que mi cuerpo reaccione solo a él, que tiemble y que quiera más, que lo quiera solo a Alex.

—Si vuelve a sonar ese maldito timbre, lo arranco de la pared con mis propias manos y voy a golpear a esos custodios —anuncia contra mi boca; sin poder evitarlo, me carcajeo.

—Yo me encargo del timbre y tú de los custodios.

—Esa es mi chica —me apremia.

Vuelve a tomar mi boca con pura pasión; me alza, haciendo que enrede mis piernas en sus caderas, y nos dirige a la habitación; una vez adentro, cierra la puerta tras él de una patada y se las arregla para cerrarla con el pestillo.

Me lleva al baño y abre el grifo, todo sin dejar de besarme, sin dejar de sostenerme. Me posa en el suelo y comenzamos a desvestirnos mutuamente con delicadeza, entrecortando el beso; nos situamos en la bañera, comienza a limpiarme, a pasarme la esponja por mi cuerpo, a atenderlo, a contemplar mi ser, a adorarme masajeándome. Yo dejo con gusto que haga y deshaga conmigo como quiera, me gusta esto, y sería una de las cosas de las cuales me podría acostumbrar.

—Cuidaré de ti —musita en mi oído, y luego muerde con suavidad mi lóbulo, para después besarlo.

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