Capítulo 68-Lina

Al llegar a casa, después de guardar las maletas cada una en sus correspondientes habitaciones, Aye cumplió su cometido; Arrastró a Alex a su habitación para mostrársela y mostrarle sus juguetes, la mayoría ponis. Me acerqué con cuidado para escucharlos y ella le contaba que era la princesa de los ponis, que su misión en la tierra era cuidar de los ancianos; le contó lo que comían sus ponis y que eran mi madre y Tony los que les preparaban sus comidas. A mí nunca me nombró, y eso que más de una vez le he preparado sus tortas selva o sus brownies, los cuales los terminaba comiendo ella, alegando que los ponis ya habían comido mucho y no los quería hacer engordar. Alex reía divertido por todo lo que le decía ella, se lo veía tranquilo, cómodo. Decidí dejarlos solos, bajar a preparar café y algo para comer.

—Ahora entiendo porque están todos locos por esa niña —escucho a mi espalda y doy un respingo del susto, pero me incorpora rápidamente.

—Depende de cómo se definen los locos.

Se acerca a mí, tomándome de la cintura por detrás, me regala un beso en el cuello y luego apoya su mentón en mi hombro.

—¿Qué haces?

—Café. ¿Quieres?

—Sí —susurra en mi oído, el cual a continuación besa. Hace a un lado mi cabello para tener mejor acceso y sigue su recorrido de besos por mi cuello—. Quiero todo lo que tengas para ofrecerme —murmura contra mi piel.

Me doy la vuelta atrapando su boca, enredando mis dedos en su pelo y pegándolo más a mí, con vehemencia. Me alza, situándome sobre la barra, envuelvo con mis piernas en sus caderas y nos besamos como si de ello dependería la vida, como si no existiera un después. Blandiendo las lenguas cual espadas, manteniendo una guerra interminable con ellas, recorre cada recoveco de mi boca con esa lengua húmeda y caliente. Gruñe sobre mi boca, yo gimo sobre la suya.

—Aja —se escucha la vocecilla de la pequeña princesa-demonio, imitando a Nelson de los Simpson.

Automáticamente nos separamos, con nuestras respiraciones agitadas.

—Aye, no me molestaría que la próxima vez hagas ruido cuando estés acercándote —mascullo, tratando de sonar calmada, yendo a la heladera para tapar mi sonrojo, mientras Alex sigue ahí paralizado.

—Si hice ruido, dije "aja" —exclama. Chica lista.

—No me refería a que imitaras a Nelson —la miro y me doy cuenta que no sirve de nada que pelee con ella—. No importa. ¿Quieres chocolate? —era mejor cambiar de tema con la señorita respondo-todo.

—Sí, y galletas —contesta emocionada, tratando de subir a la butaca de la barra sin conseguirlo; Entonces, Alex, al darse cuenta de la ayuda a sentarse.

—Y nos preguntábamos si iba a ser diferente —señalo a Aye con la cabeza y Alex asiente riendo.

—Bueno, solo hay que tener cuidado —murmura acercándose más a mí—, y no dejarnos llevar; Especialmente tú, que enseguida me tienes atrapado entre tus largas piernas —esboza divertido.

—Como si a ti no te gustara estar entre mis piernas —farfullo con desdén y me dispongo a servirle la chocolatada a Aye, ignorándolo, porque si tiene algo que acotar, no lo voy a dejar.

Lo escucho reírse.

Luego de tomar nuestro café y Aye su chocolate, preparé la ducha y la ropa para ella; Después de ducharme me pidió ir a la cama a ver la televisión, cuando hace eso quiere decir que está cansada y que no va a tardar mucho en quedarse dormida, y así fue. Comience a bajar las escaleras para ir a la cocina por un poco de agua y luego ir a la cama. Llegando al último peldaño de la escalera, suena el timbre de la puerta ya juzga porque es la puerta y no el portero eléctrico, es alguien conocido; si no fuese así, hubieran llamado los custodios informándome que me buscaban. Seguro es Lucas, dijo que iba a pasar a buscar el auto, aunque podría haber aguantado hasta mañana, ¿no?

Me dirijo a la puerta; Le diría muchas cosas por venir a esta hora, pero sé que hoy no es un buen momento, así que solo voy a recibirlo como la persona civilizada que soy.

—¿Seba? —quedo atónita al abrir y encontrar ahí.

—¿Esperabas a alguien más? —cuestiona con sarcasmo.

—Pensé que era Lucas —todavía estoy confundida.

—Claro, Lucas, siempre él... ¿Quién más sino? —escupe con cólera.

— ¿Qué significa eso? —inquiero, ya cambiando el semblante de asombro y convirtiéndolo en rabia; ni él ni nadie se va a dirigir a Lucas de esa manera, al menos no enfrente de mí.

—¿Por qué no respondiste ni devolviste mis llamadas? ¿Por qué no me avisaste que llegabas? 

—Porque estaba ocupada; mira... —no deja que siga hablando.

—¿Con qué estabas ocupada? O mejor dicho, ¿con quién?

Ahora se está yendo al carajo, al igual que mi paciencia.

—Conmigo —oigo a mi espalda, erizando el bello de mi nuca. Esto no puede estar pasando.

Me doy vuelta y lo encuentro apoyado con un hombro en la pared y los brazos cruzados, demasiado tranquilo, casi relajado.

—Y ¿quién m****a eres? —ataca Seba.

¿Dónde quedó el chico dulce y atento que estuvo conmigo, antes de que viajara a Estados Unidos?

—Su novio —responde Alex sin más, mostrando todavía esa tranquilidad.

— ¿De qué carajos habla? —exige, dirigiéndose a mí.

—Seba, quería hablar contigo, pero no acá, no así...

—Y entonces, trajiste al gringo para que haga tu trabajo sucio, ¿verdad? —adivina, erróneamente, en tono alto.

—No levantes la voz —advierte Alex, en modo de amenaza, acercándose a mí, para después colocar su mano en mi espalda baja, mostrando su apoyo; sabe que no quería esto, sabe que quería hablar con Seba de otra manera, pero sabemos que no siempre las cosas salen como uno lo quiere.

—No te metas —escupe, señalándolo con el dedo índice—. ¿Cuándo pensabas hablar conmigo? Si no me atendías ni siquiera el puto teléfono —A pesar de hablar en un tono más normal, se veía que no estaba tranquilo y que en cualquier momento iba a estallar.

—Mañana, después del funeral.

—Ah, ¿sí? ¿Y cómo ibas a hacer eso? Explícame qué tenías en mente —Sé que está siendo irónico, pero no voy a entrar en ese juego, entiendo que esté dolido, que no hice bien las cosas con él, así que solo lo voy a dejar que se descargue de esta manera y acabar con esto de una vez.

—Es mejor que te fijes como le hablas —advierte Alex, cuadrando los hombros.

—¿Me estás amenazando, gringo? 

—Te estoy avisando —refuta Alex, y siento como su mano se tensa en mi espalda.

—Basta. Mañana temprano iba a dejar a Aye con mi mamá para ir al funeral, y después de ahí iba a ir a buscarte para que hablemos; Eso era lo que tenía pensado hacer. No era así como quería hablar, así no; ahora ya está —hablo elevando la voz y con ganas de mandarlo a la m****a; como dije, entiendo que esté dolido, pero tampoco para que venga a faltar el respeto a mi casa de esta manera, ya levanta la voz sabiendo que mi hija se encuentra aquí.

—Sí, tienes razón, ya estás; y no te preocupes, de todas maneras esto se iba a terminar tarde o temprano. Y adivina qué... Fue temprano —suelta con sarcasmo, mostrando una sombra de una sonrisa sin emoción.

— ¿Qué se supone que significa eso? —indago con el ceño fruncido y poniéndome nervioso.

—Lo que digo es —comienza conforme se acerca, con una mirada lasciva que no me gustó nada; Siento a Alex que da un paso adelante, poniéndose en guardia—... que lo nuestro no iba a seguir por mucho tiempo —gira la vista a Alex y acota—. Te la regalo, ahora es tu problema —concluye, sonriendo con malicia.

Nunca antes había visto esa mirada ni esa sonrisa en Seba, y no me gustó lo que vi en sus ojos. No parecía él, o tal vez era la otra parte de él que no llegué a conocer; de cualquier forma, no es de mi agrado.

Se da la vuelta y, cuando está a punto de cruzar la puerta, me mira por sobre su hombro y de nuevo ahí estaba esa mirada, cuya sonrisa no era nada agradable, no parecía ser el chico que conocí en aquel entonces. Alex estaba muy tenso a mi lado, una de sus manos apretaba un lado de mi cadera y su otra mano estaba en un puño; En cuanto Seba cruzó la puerta, desapareciendo de nuestra visión, Alex se relaja y yo me giro para envolver su cintura con mis brazos, y esconder mi cabeza en su pecho.

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