Capítulo 52-Alex

A los quince minutos llego a mi apartamento, me quito el saco y lo lanzo sin cuidado alguno sobre el sofá; camino directo a la cocina, saco el vino favorito de Rachel «voy a tratar de ser lo más amable posible» y busco unas copas; como sé que va a tardar unos minutos más y yo hoy carezco de paciencia, me sirvo un poco, mientras la esperanza y me siento en el sofá.

A los diez minutos, suena el timbre. Me levanto del sofá con pereza, tomo una respiración profunda para canalizar mi energía y tratar de estar lo más calmado posible. Llego a la puerta, la abre y aparece Rachel, con una gran sonrisa. Sin verlo, ni esperármelo, con un rápido movimiento se lanza directo a mi boca; los primeros segundos no reacciono, pero luego recuerdo para qué la había llamado. Con cuidado y sin ser muy brusco la aparto de mí. Cierro la puerta y sin siquiera dedicarle una mirada, camino hacia el sofá donde estaba sentado antes de que llegara; ella me sigue sin decir una palabra. Le sirvo una copa de vino, para luego tendersela.

—Ay, mi vino favorito —exclama sonriendo.

Creo que no fue muy buena idea esto del vino, supongo que la hizo confundir más.

—Te llamé porque tenemos que hablar.

—Es un lindo detalle lo del vino, Alex —definitivamente ignoró lo que dije sobre hablar—. Siempre estás atento a los detalles, nuca te olvidas de nada —suspira—; Creo que fue eso lo que hizo que me enamorara de ti —al escuchar eso siento un pinchazo en el pecho, sin duda no fui muy brillante al haber servido este vino.

—Rachel, no estás enamorada de mí —afirmo mirándola a los ojos.

—Claro que sí —expresa con una voz chillona.

Bien, la agarré, no está enamorada de mí, solo está conmigo para no estar sola, y seguro también por el dinero. Ahora que se quedó sin nada, no tiene muchas opciones. Lo bueno de esto es que me va a resultar más fácil terminar con ella.

—No, no lo estás —digo con calma.

—¿Por qué piensas eso? —pregunta elevando una ceja.

—Porque te conozco —me acomodo en el sofá para estar más de frente a ella—, y además, sé que sabes que yo tampoco estoy enamorado de ti —puedo ver como vacila, pero solo es cuestión de segundos.

—Sí estoy enamorada de ti —dice con voz firme, luego baja la mirada—, y sé que no estás enamorado de mí —murmura. Levanta la mirada de nuevo—. Pero ya te dije que voy a hacer lo posible para que te vuelvas a enamorar de mí —afirma. Sinceramente, no sé por qué se hace esto a sí misma, y ​​yo no sé bien como seguir.

—Rachel... —empezó, pero ella me interrumpió.

—No, Álex; te dije que iba a hacer que te olvides de ella y lo voy a lograr. Solo dame una oportunidad, y no la vas a volver a recordar... Ni siquiera su nombre —esta mujer está perdiendo la cabeza.

—Es que yo no quiero olvidarla —alcanzo a decir, con un tono un poco brusco—. Nunca lo voy a hacer —hablo con un tono más bajo, pero de igual manera firme.

—Sé que puedo —se acerca a mí de manera sospechosa. Sí, ya sé lo que va a hacer.

—No —la detengo para que no avance—. Ella está aquí, y estoy dispuesto a hacer lo que sea para recuperarla —esbozo, teniéndola de la muñeca; Rachel abre muy grandes sus ojos.

— ¿Está aquí? —entona casi inaudiblemente.

-Si. —Le soltó la muñeca y suspiro—. Mira sabíamos que esto podía llegar a pasar tarde o temprano —bien, ya estoy hablando como Lina—, solo era cuestión de tiempo.

—No —espeta y se lanza hacia mí; esta vez soy más rápido y logro alejarme antes de que llegue a mi boca. Pero en la reacción, la copa de vino se vuelca sobre mi camisa, machándola con el líquido rojo.

—Mierda —siseo, pasándome la mano por la macha, fracasando en querer limpiarla.

—Lo siento —murmura, levantándose en cuanto lo hago yo—. No hay quise...

—No importa, Rachel, no te preocupes —intervengo en sus estúpidas disculpas.

—¡Solo diez centavos qué puedo hacer! —grita desesperadamente.

—Rachel, no hay nada que hacer; ya tomé una decisión y no quiero seguir mintiéndote y engañándote, porque a pesar de que ella no esté conmigo esencialmente, está conmigo aquí —le digo, presionando mi dedo índice sobre mi cabeza—, y está aquí —me llevo un puño sobre mi pecho—. No quiero lastimarte, no quiero lastimar a más nadie, y vamos a salir todos heridos si seguimos finciendo ser algo que no somos. —Ella abre y cierra la boca sin poder emitir sonido alguno, ni poder esbozar alguna palabra.

Sabe que tengo razón, sabe bien que es así como están las cosas. Al ver que no dice nada, me giro con dirección a la habitación para cambiarme.

Una vez dentro de mi cuarto, me quito la camisa manchada de vino, el lanzamiento dentro del cesto de la ropa sucia que está en el baño, voy al lavabo y lavo mi pecho; luego salgo del baño y, cuando lo hago, me encuentro con Rachel parada a los pies de mi cama.

—No voy a renunciar a ti tan fácilmente —entona, muy segura.

—Rachel, no hagas esto; no quieres hacer esto —trato de razonar con ella, aunque sé que no va a servir de mucho.

—Alex, ella no es como yo, no es nadie —eleva la voz y, al escuchar como habla específicamente de Lina, mi cordura empieza a desaparecer. Inspiro hondo para no perder los estribos.

—Tienes razón, ella no es como tú; de hecho, ella no es como nadie, es única y es algo más que nadie: es todo para mí —muestro una tranquilidad que no tengo, pero Rachel no lo sabe y no lo va a saber.

—Estás demasiado cursi, antes no eras así; ninguna mujer te tenía comiendo de su mano —sigue dándome la razón, ella no cambió, ni tampoco está enamorada de mí.

—Las personas cambian, Rachel —me limito a decir. Asiente y venta de la habitación.

La dejo que se vaya, no voy a pararla, es mejor terminar esto de una vez por todas, sin importar cómo va a terminar. Me dirijo al closet para buscar una camisa, encuentro una gris claro y, cuando me la estoy poniendo, suena el timbre. Escucho la voz de Rachel, así que salgo pasando los brazos por las mangas de la prenda y llego a la puerta principal sin abrochármela, para saber con quién es que está hablando.

Rachel se encuentra parada en la puerta, sosteniéndola abierta; me acerco más y llego a visualizar a la persona del otro lado.

No pude hacer nada, ni mucho menos decir algo, solo me quedé mirando a la persona parada en el pasillo, y pude ver en sus ojos, como si de una ráfaga se tratase, los estados de ánimo que fue experimentando con la escena que estaba viendo: yo a medio vestir, llegando desde la habitación, y Rachel con su ropa poco convencional y que encima abría la puerta. Esta vez, sí no era lo que parecía; pero ¿cómo hacía para demostrarlo? Creo que todo mi plan se fue a la m****a, y no sé qué voy a hacer si es así.

Esto no puede estar pasándome a mí. Tragando en seco, de mi boca solo sale su nombre.

—Lina...

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