—Lucas, Iba a buscar a Sole —le explica; Ese tal Lucas y el otro hombre no me sacaban los ojos de encima—. Lucas —llama su atención—. Él es Alex, el amigo de Erik.
En ese momento el joven se relaja un poco y yo, no sé por qué, pero también lo hago.
—Hola, un gusto; soy Gabriel Medina —saluda el otro chico, estrechando mi mano.
—Igualmente, Alex Betanckurt —correspondo.
—Lucas Reinoso —saluda el más serio, más relajado ahora, estrechando también mi mano.
—¿Eso era de tu padre? —curiosa Lina, señalando unas cajas que ellos sostenían.
—Sí, es su trabajo; lo traje para ver si puedo averiguar qué era exactamen-te lo que estaba haciendo aquí.
— ¿Piensas que no estuvo solo de visita? —indaga ella, frunciendo el ceño.
—Él nunca estaba sin trabajo —mira a su alrededor—. ¿Dónde está Aye? —pregunta cuando se da cuenta de que Lina no estaba con su hija.
—Con Sole y Erik. Sole se la quería presentar a su suegra.
—Chicos, no quiero ser mala onda, pero las cajas pesan, así que voy a ir subiendo —declara el chico llamado Gabriel.
—Sí, vamos a ver qué encontramos... ¿Vienes? —le pregunta Lucas, que no me está cayendo muy bien.
—Sí...—vacila—. Debo irme —expresa mirándome, luego se gira para irse; Por supuesto que no la iba a dejar ir, le tomo la mano y la vuelta hacia mí.
—Todavía no escuchaste mi respuesta, ángel —susurro, mirándola a esos hermosos ojos grises y brillantes.
—No me digas así —me pide con los ojos cerrados.
—¿Por qué no? Es lo que eres para mí; eres mi ángel.
—¿A qué estás jugando? Llegas a lo Houdini, ¿y te piensas que voy a caer rendida a tus brazos porque imitas escenas de cómo nos conocemos? —Está enfadándose, puedo sentirlo. Pero también puedo sentir como se esfuerza para no flaquear. Su enfado es solo una pantalla, su refuerzo.
—No estoy jugando, nunca jugaría contigo.
—Alex, no hagas esto; ya sabemos cómo termina —demanda, al mismo tiempo que niega con la cabeza.
—No, yo no sé cómo termina, y tú tampoco lo sabes; no digas eso Lina, te pedí perdón, dijiste que me perdonaste, sin embargo...
—Y te perdoné; no te culpo por lo que pasó, ni me culpo a mí misma tampoco, los dos teníamos motivos válidos para actuar como lo hicimos. Es hora de seguir, Alex —dice lo último susurrando y bajando la mirada.
—¿Qué quieres decir? —exijo, levantándole el rostro para que me mire a los ojos.
—En un par de días, yo voy a volver a casa y tú te vas a quedar aquí. ¿Qué sentido tiene este encuentro, si nos vamos a volver a separar?
—Ángel, no... —vuelve a interrumpirme.
—Alex, tengo que ir con ellos; mi amigo no está bien y tengo que estar a su lado —termina de hablar con los ojos llenos de lágrimas, lágrimas que sé muy bien que no iba a derramar, al menos no delante de mí.
Se suelta de mi agarre y yo la dejo ir, de nuevo; pero esta vez es diferente, porque sé que siente lo mismo que yo siento por ella. Esta vez no la voy a dejar ir; voy a respetar su espacio y el lugar que necesita con su amigo, pero antes que se vaya, voy a responder la pregunta que me hizo aquella vez, y voy a decirle todo lo que quiero que sepa de mí, voy a despejarle todas sus dudas, le voy a dar la seguridad que ella necesita. Yo la necesito a ella y, al verla hoy, me di cuenta de todo el tiempo que perdí por mi estúpida inseguridad; pero ahora ya sé lo que quiero, ya sé cuál va a ser mi próximo movimiento, y no me voy a rendir hasta que ella sepa que es mía. Porque ella es mía, nadie puede negar eso.
La seguí con la mirada hasta que desapareció dentro del ascensor, voy a hacer que esa mujer terca deje de pelear contra mí, para que pelee a mi lado; Sé que no es fácil, pero también sé que no es imposible. Por el momento voy a buscar a Rachel, para terminar con mi maldita farsa. Eso tampoco va a ser fácil, ya que no le importa que esté enamorado de otra mujer, mientras ella sea la que esté en mi cama; Es indigno, lo sé, pero así es Rachel, y mientras me tenga en la cama y tenga mi dinero, no le importa si estoy a su lado pensando en otro. Es realmente repugnante e inmoral, nunca cambió como pensé, sigue siendo superficial, así que es mejor que termine con esto lo antes posible.
—Hola, cariño —atiende el teléfono.
—Rachel, necesito hablarte.
—¿Solo hablar? —entona con voz seductora.
—Rachel, por favor —suspiro y trato de ser amable—. ¿Podrías ir a mi apartamento?
—Sí, puedo; siempre puedo para ti —definitivamente piensa que la estoy llamando para que tengamos sexo, y no se da ni una idea de lo que en realidad quiero; y lo que quiero no tiene nada que ver con tener sexo con ella.
—Bien, te espero entonces —dicho eso cuelgo, sin darle lugar a que diga ni una cosa más.
Conduzco hasta mi apartamento pensando la manera más sutil, en cómo decirle que lo nuestro no vas más sin que suene tan violento. Rachel no lo va a tomar muy bien, es muy persistente; no va a dejar así como así que termine con nuestra relación, me va a costar bastante poder terminar esta relación, no me lo va a poner fácil. Pero sabe bien que no es en ella en quien pienso cuando tenemos sexo, que no es en ella en quien pienso en todo momento, ni a quien quiero a mi lado todos los días y todas las noches; ella no es a quien quiero tener conmigo sobre la cama todas las noches, lo sabe, y aun así no me la va a poner fácil. Rachel no es fácil, y no es a quien quiero.