Capítulo 43-Alex

Este día fue demasiado largo para mi gusto, y aparentemente parece no acabar. Hace media hora que Rachel está en mi casa, lamentándose por todo lo que pasó con su exmarido y dándome las gracias por el dinero que le di; Necesito que se vaya, quiero que me deje solo, no aguanto más su llanto.

—Ya Rachel, cálmate. Erik e Ian están por llegar, tienes que irte a tu casa —trato de razonar con ella.

— ¿No quieres que te vean conmigo? —pregunta sollozando.

—No es eso, solo...—suspiro. Sí, la verdad es que no quiero que la vean aquí y saquen sus propias conjeturas—; ya sabes como son, y no quiero que te vean así —miento, no sería muy educado si le digo la verdad.

—Bien, tienes razón, mejor me voy —se acerca y posa sus labios sobre los míos, examinando si la quito o no, y como no lo hago abre la boca y con su lengua empuja para abrir la mía. Tiempo atrás la hubiera arrastrado a la habitación, atado a la cama y darle una buena cogida sin escrúpulos; pero ya no es lo mismo. Yo no soy el mismo—. Te quiero —dice, separándose a unos centímetros de mis labios.

La separo y cordialmente la llevo hasta la puerta; sin decir una palabra, la despido.

Al fin se fue, pasé media tarde con ella, la llevé a cenar a lo de mi madre; a ella no le cae bien Rachel «nunca le gustó, y después de un tiempo entendí el por qué no le caía bien, el por qué no le gustaba», pero la llevé igual, no quería ir a cenar solo con Rachel y que pensara que era una cita, o que íbamos a volver y darle falsas esperanzas. Y así salieron las cosas en lo de mi madre:

~•~

—Hola, madre —saludé dándole un beso en la mejilla.

—Hola, hijo, ¿cómo has estado? —contestó, mirando de reojo a Rachel.

—Bien, ¿recuerdas a Rachel? —pregunté, señalando hacia mi acompañan-te.

—Sí, el recuerdo, ¿cómo estás Rachel? —dijo con el ceño fruncido por unos segundos, y después borró todo rastro de expresión en su rostro.

—Bien, señora Betanckurt, ¿y usted?

—Bien —pasó su mirada hacia mí—. Pasen, en minutos va a estar la cena —me agarró del brazo, llevándome hacia el comedor dejando a Rachel atrás.

La cena fue totalmente un desastre, mi madre la llenó de preguntas impertinentes, haciéndola sentir incómoda, y sé muy bien que por dentro lo disfrutaba; Disfrutaba verle la cara desgarrada con cada pregunta fuera de lugar que le hacía.

—¿Y tú marido Rachel? —cuestionó, y así empezó.

—Eh... Ah... Bueno, me separaré —tartamudeó.

¿Cuánto cuesta tu matrimonio, querida? —volvió a preguntar a mi madre. La verdad, por dentro estaba carcajeándome; mi madre y su lengua viperina.

—Ocho meses, señora —respondió, bajando la cabeza.

—Eso es muy poco; bueno, no te preocupes, querida, seguro le sacaste una buena tajada a ese ricachón británico —acotó; Yo terminé ahogándome con mi bebida y Rachel estaba sonrojada. Mi madre siempre dijo que Rachel era una busca fortuna, pero yo nunca quise darle ese crédito.

—Madre —anuncio.

—Está bien, Alex —habló Rachel, restándole importancia—. La verdad es que no me dejó un centavo, ni ninguno de los bienes; me dejó sin nada —aclaró.

-Oh. ¿Y eso por qué? —otra pregunta fuera de lugar por mi madre.

—Bueno es que... —no la déjé acabar.

—No importa por qué, madre; ella ahora está sola y necesita ayuda —le aseguré.

—Y tú la vas a ayudar —articuló, con negación en sus palabras y en su rostro; Sin duda no estaba contenta con que Rachel esté de nuevo en mi vida.

~•~

Y así transcurrió la tarde con ella, hasta llegar a mi casa. Quería llevarla a la suya, pero Rachel no quería irse todavía; al llegar aquí comenzó a llorar ya disculparse, a agradecer y todo eso. Me dejó la cabeza hecha un lío con su llanto y sus disculpas; Por suerte ya se fue, por hoy fue suficiente de Rachel.

—Acabamos de encontrarnos a Rachel en el hall. ¿La atendiste bien? —anuncia Ian, mientras entra en la casa.

—No la atendí, y no quiero hablar de ella —farfullo.

—¿Y de qué quieres hablar? —pregunta sonriendo.

—De nada en especial. ¿Trajeron las cervezas? —cambio de tema antes de seguir con su dote de detective.

—Por supuesto —responde, y me lanza una.

— ¿Qué hay amigo? —saluda Erik.

—Nada; queriendo emborracharme, ¿y tú? —trato de no sonar tan mal como me siento, aunque sé que Erik no se cree nada de mi actuación.

—Solo parar la sed —entona riendo. Ian tiene razón, lo poseyó Romeo; Está muy enamorado el muy imbécil.

—Empecemos, entonces —declara Ian frotándose las manos; él nunca va a perder tiempo para pasarla bien.

Tomamos hasta que Ian y yo no nos podíamos ni parar de la borrachera; Puede ser que no sea una salida, pero sirvió para despejarme y no acordarme de Lina. Aunque admito que estuve muy cerca de enviarle otra de las fotos que le saqué y que ella ignora que tengo; la extraño, extraño sus ocurrencias, sus locuras, su forma de discutir, su piel, su cuerpo, extraño ese condenado tatuaje en su espalda baja, ya me puse duro con solo pensarla, es una estupidez. Digo que dejé de pensar en ella, y sin embargo ahora lo hago. Tengo que hacer algo, o me voy a volver loco. Busco mi celular y escribe a la única persona que sé que me puede ayudar en este momento.

Yo—:  ¿Estás despierta?

Ella—:  Sí. ¿Quieres verme?  —Sí, definitivamente, ella me va a ayudar.

Yo—:  Sí. ¿Puedes venir?

Ella—:  Siempre, en 30 años.

Con eso cierra el celular y lo tiro contra el sofá.

—Chicos, tienen que irse —les hago saber.

—Eh... ¿Por qué? —indaga Ian, prácticamente haciendo morritos.

—Porque tengo cosas qué hacer —me limito a responder.

—¿A las dos de la mañana?

—Sí, a las dos de la mañana; adiós—repito.

—Alex, no vas a hacer ninguna estupidez, ¿verdad? —adivina Erik.

—Si acostarme con una chica es una estupidez, somos todos estúpidos —respondo.

—Llamaste a Rachel, ¿verdad? —dice con el ceño fruncido. Está enojado, pero no me interesa; es mi vida, no la suya.

—Bien, primo, eso es lo que hay que hacer; uno siempre tiene que tener al ñandú con la cabeza enterrada —acota Ian.

—Eso es al avestruz, idiota —corrige Erik.

—Lo que sea, es ave y la tiene que enterrar, es lo que cuenta.

—La verdad, no te entiendo Alex —manifiesta Erik, haciendo caso omiso a Ian.

—¿De qué hablas? —Sinceramente, sé dé que habla; Pero no voy a darle razón.

—Estás perdido por una mujer, y vas a acostarte con otra; y no con una cualquiera, sino una con la cual sabemos que no vas a llegar muy lejos, y que es una bruja —espeta.

—Es una mujer muy sexy, eso hay que reconocerlo —interviene Ian— ¿Y qué es lo de la otra chica? ¿Acaso, Alex, estas coladito por una mujer y no la conozco? —interroga con su mejor cara de estúpido.

—No es de tu incumbencia, Ian —giro la mirada hacia Erik—. Y no importa lo que digas, Erik; Rachel es lo más cercana a una relación que tuve, y que pienso tener, y ella está aquí. Lina no lo está —demando, irritada.

— ¿Estás coladito por la amiga de la novia de Erik? ¿La mujer que quita el aliento? No inventes —suelta con asombro Ian.

—Basta, Ian, deja de hablar así de ella —demando, apretando la mandíbu-la.

—Solo digo que es muy sexy la amiga de Sole —declara, babeándose.

—Que no hables de ella, no los nombres, ¿vale? —advierto, apuntándolo con el dedo; Casi estoy fuera de mis casillas.

—Si no dije nada malo. Ahora entiendo tu reacción la otra vez, con las fotos; yo hubiera reaccionado igual —entona con socarronería.

-¡Largo! —lo echo casi en un grito. Estaba a punto de golpearlo.

—Está bien, está bien... vamos Erik; dejémoslo, que esta noche el gallo tiene que poner huevo —diciendo eso, Ian sale de mi casa.

—Esa es la gallina —dice Erik meneando la cabeza. Luego agrega—: Ojalá no te arrepientas mañana —palmea mi espalda y sale tras Ian.

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