Apenas salieron de mi apartamento fui a ducharme, y veinte minutos después llegó Rachel; abrí la puerta y ella, sin previo aviso, se abalanzó hacia mí, hacia mi boca. La tomé del culo y la levanté, apoyándola contra la pared sin ninguna clase de suavidad, estrechándola contra esta, mientras mantenía-mos una guerra de lenguas; ella me sacó la camisa a toda prisa, y yo su vestido a la misma velocidad, la besé bajando hasta sus pechos, metiéndome un pezón en la boca y con la otra mano acunándole el otro pecho; desabrochó mis pantalones y la llevé al sofá, recostándome sobre ella.
—Estás ebrio —observa.
—No —gruño.
Me también un poco para ayudarla a quitarme los pantalones, y me hundo en ella sin preliminares, con rudeza y sin medir mi fuerza. No estaba con ganas de hacerla sentir bien, ni hacerme sentir bien; Solo quiero sacarme la tensión de toda la mierda. Quiero sacarme a Lina de la cabeza, solo eso. Una vez que ella se corre, el tomo de la mano y el arrodillo delante de mi pene, indi