—Ya no siento mis pies —se queja mi mejor amiga, sentándose en un banco de la plaza.
—No seas exagerada, no caminamos mucho.
—Para mí, sí caminamos mucho; Tú acostumbrada, por tus horas de defensa personal y de ese karate raro que haces, pero yo no. Odio el ejercicio —se mofa, suspirando exageradamente.
—Que quejosa; La verdad, te pones pesadita.
— ¿Está muy lejos el hotel? —suelta de repente, con cara compungida.
—No, estamos a un par de manzanas —índico, mirando hacia el lado por donde se encontraba el hotel.
—Vamos entonces, necesito una ducha y un trago —declara, levantándose como si llevara alguna mochila o algo pesado en la espalda. Es increíble lo exagerada que puede ser.
Yo no quería volver al hotel, estaba anocheciendo y se veía muy hermoso el cielo, es muy lindo este país; Si fuera por mí, seguiría caminando sin una dirección específica, pero yo también quería un trago y, además, empezaba a hacer mucho frío y no estaba realmente abrigada para la baja de temperatura que demandaba la noche.
Llegamos a nuestra habitación y ella corrió a ducharse; en realidad se iba al jacuzzi, esa era la desesperación por la cual quería llegar al hotel. Me asomé al balcón y en serio que era una hermosa vista; Creo que, si tuviera un trabajo aquí y entendiera el idioma, me quedaría a vivir en este país con mucho gusto, ya Aye le gustaría también. Cómo la extraña, y solo estuve sin ella dos días; no la vi en el aeropuerto, ya que le pedí a mi mamá que no la llevara por si lloraba o quería venir conmigo, así que lo mejor fue dejarla en mi casa con ella.
La voy a llamar, aprovechando que Sole está en la ducha y no va a meterse en mi conversación.
—Lina, ¿cómo estás? —atiende mi madre.
—Hola mamá. Estoy bien. Es un lugar fantástico. ¿Cómo está Aye, está ahí? Me la pasas para hablar con ella.
—Ella está bien, ahora está jugando en su cuarto. Voy a llamarla —me hace saber, para luego gritar su nombre.
—Hola, mami —saluda, mi niña del otro lado de la línea.
—Hola, mi amor. ¿Qué hacías? —le pregunto conteniendo las lágrimas.
Va a ser un poco difícil estar tan lejos de ella tanto tiempo, ni ella ni yo estamos acostumbrados a estar separados por un lapso tan largo, ni mucho menos a estar cada una en una punta del mundo.
—Estaba jugando con los ponis, la babu me hizo torta de chocolate y les di a ellos —responde, exaltada.
— ¿Y no les va a hacer mal a la panza tanto chocolate?
—Ay no, mami; ellos son seres mágicos y solo se alimentan de cosas ricas, como chocolate, caramelos, tortas, golosinas, todo eso —cuenta, como una gran sabedora.
—Bueno, entonces dales muchas cosas ricas. ¿Te estás portando bien con la babu? —el interrogatorio.
—¡Sí!... Soy una princesa buena y mi deber en la tierra es portarme bien con las personas ancianas —declara, y escucho a mi mamá que empezó a los gritos por decirle anciana.
Ella solo tiene cuarenta y nueve años, no es anciana.
—Ayelen, tu babú no es anciana; no digas eso, que la vas a hacer sentir mal —le digo, tratando de sonar un poco seria, pero sin lograrlo.
—Perdón, lo dije con cariño. —Me la imagino haciendo puchero mientras dice eso.
—Sí, ya sé, mi amor; y ella también lo sabe, pero no le digas más así, ¿dale?
—Bueno. ¿Mañana vienes?
Esta es la parte más difícil, ya que no lleva bien la cuenta de los tiempos y tampoco le expliqué cuántos días eran los que iba a estar lejos de casa.
—No, voy a ir dentro de unos días a casa; así que te tienes que portar bien y cuidar a la babu mientras no estoy —le aclaro, tratando de no hacerle sentir el peso de los días que no nos vamos a ver.
—Yo la cuido, ya te dije que es mi deber como princesa cuidar a los ancianos —entona muy bajito lo último; Seguramente, para que no la escuche mi mamá.
—Te dije que no le dijeras así, la vas hacer enojar y no te va hacer más tortas —le doy una pequeña reprimenda.
—Bueno, no lo digo más... ¿Me vas a traer un regalo cuando vengas?
—Hacemos una cosa... Yo te llevo un regalo, pero tú, cuidas de la babu y le haces caso en todo, ¿trato? —Hay que negociar, antes que le siga diciendo anciana.
—Trato.
Escucho a Sole saliendo del baño, así que ahora me toca a mí, antes de que quiera entrar de nuevo.
—Bueno, mi amor, tengo que colgar; Hablamos mañana, ¿sí? Te amo.
—Con quién hablabas? —curiosa Sole al salir.
—Con Ayelen —contesto, mirándola con curiosidad.
— ¿Cómo está mi princesa? —pregunta conforme se seca el pelo con la toalla.
—Bien. ¿Sabes cuál es el deber de ella como princesa? —indago, para ver si sabe algo de lo que hablaba mi hija.
—Cuidar a los ancianos —responde como una autómata, y yo quedo boquiabierta— ¿Qué? —Lanza al ver mi cara, y vuelve a correr la vista de mí para seguir con su acción.
— ¿Cómo sabías eso? —pregunto.
—Porque ella me contó un fin de semana, cuando la dejaste con tu mamá; le preguntó si se había portado bien con su babu y me respondió que sí, y que la había cuidado porque era una anciana y era su deber como princesa hacerlo.
¿Por qué yo recién me entero de esto?
— ¿Todo eso te dijo? —no lo podía creer.
-Sorbo.
—¿Y de dónde sacó eso? —Sole me presta atención y es ahí cuando me doy cuenta—. No digas nada; le dijiste eso. Estás loca; mi mamá no es anciana, y Ayelen anda diciendo eso. —No puede ser, qué bruta que es muchas veces mi queridísima amiga.
—Yo no le dije anciana; solo le dije que se portara bien, que ella por ser princesa debe cuidar a las personas mayores como la babu. Eso fue todo lo que yo dije —confiesa a la defensiva.
—Y de dónde sacó la palabra anciano?
-No sé; Al otro día, cuando la fuimos a buscar, ella me dijo lo que te conté con respecto a lo que yo le había dicho, pero ni idea de dónde lo sacó. Seguramente, de la tele —se defiende.
—Bien, como sea; no tienen cura ustedes dos. Me voy a duchar, así vamos por esos tragos —anuncio, zanjando el tema antes que me altere.
—Sí, mami; te amo.