—Mañana vuelve Erik, ¿verdad, Alex? —pregunta Ian.
—Sí, mañana vuelve.
—Quién iba a decir que Erik se iba a enamorar, y nada menos que de una Argentina. Bueno, él siempre fue el más "tierno", como dicen las chicas —menciona entre comillas.
—No tiene nada de malo; y deje de molestarlo con la novia, que Sole es una buena mujer.
—Ok, no es para tanto. Tu madre está fascinada con esa chica, y más por ser argentina también, al igual que ella; ayer, después que te fuiste, me volví loco con las historias de su país... de nuevo —suelta dejando escapar un suspiro.
Mi madre solía contarnos historias de cuando ella vivía en Argentina y cómo conoció a mi padre, y lo difícil que fue para ellos hacer que su relación funcionara; pero lo lograron. Ella es una enamorada de la vida y mi padre un romántico, así se lleva bien.
—Qué bueno que me fui antes —apunto, sonriendo.
—Muy gracioso. ¿Rachel todavía te sigue? —pregunta, y apuesto que quiere hacerme el favor de sacarla del medio.
—Si quieres ayudarme y hacer que te siga a ti, no me voy a quejar.
—Ok, haré todo lo posible —asegura riendo—. Hablando en serio, ¿por qué te la quieres sacar de encima? Recuerdo que se llevaban muy bien —expone haciendo señas de sexo.
—Solo que ya no nos llevamos bien —me limito a decir.
—Pero es que está muy bien; Quiero decir, es tan sexy... no lo entiendo.
—No me gusta, ya no —contesto.
—Bien, como digas... Nos vemos mañana para ir a buscar a Romeo —diciendo eso desaparece. No lo va a dejar en paz al pobre Erik.
Son las 3am y sigo dando vueltas en la cama, quiero ver a Erik para preguntarle cómo está Lina, cómo la vio, qué es de ella. Él no me va a decir nada, como me dijo la primera vez.
~•~
—Si quieres saber algo de ella, ve a buscarla; lo único que me puedes preguntar sobre Lina, es la dirección —dijo sin rastro de emoción.
—Hermano, solo quiero saber cómo está, ¿Puedes responder eso?
—Ella está bien, ocupándose de los suyos —esa fue toda su respuesta.
— ¿Está bien su hija? —pregunté por la niña, ya que sé que se fue porque había pasado algo con ella.
—Su hija está bien, Lina está con ella —eso fue todo. Se levantó y se fue; me dejó solo en la oficina, sin más.
~•~
Así que no puedo preguntar nada, ya que no va a responder; maldito mares erik. Ian tiene razón, cuando se pone en señor racional y sabiondo, es irritante.
No puede ser, el jodido despertador suena y no dormí nada; Estoy cansado. Me levanto, me ducho y comienzo a vestirme, me pongo una camisa gris perla y un traje tres piezas negro, agarro mis llaves y salgo a la oficina.
Al llegar, mi secretaria me informa que Rachel Sanson está aquí.
— ¿Está en mi oficina? —pregunta.
—Sí... Señor, ¿hice mal? —vacila la pobre.
—Está bien, no te preocupes; pero la próxima vez, que me espere afuera como las demás personas, ¿sí? —le hago saber.
—Sí, señor; disculpe, pero como siempre la hizo pasar para que lo esperase en su oficina, yo pensé...
—No se preocupe Shara, la entiendo; ya lo sabe ahora —la tranquilizo. Paso a la oficina y allí estaba Rachel, en mi silla, sentada muy cómoda.
—Hola, cariño —saluda.
—Raquel. ¿Qué haces aquí? —pregunto, olvidando la cortesía y parándome a su lado, para ver si entiende que está en mí lugar. Ella se levanta de mi silla sin que tenga que pedírselo.
—¿Una mala mañana? ¿O una mala noche? —indaga al tiempo que se levanta; al menos entendió que es mi silla.
—Las dos cosas —me limito a responder.
—Yo puedo ayudarte con lo de tener una buena noche —ronronea, agarrándome el cuello de la camisa; no se levantó para irse. M****a.
—No lo necesito, Rachel —manifiesto, sacando sus manos de mí.
—Antes no pensabas así —entona, extendiendo sus manos de nuevo; esta vez me corro antes de que llegue a tocarme.
—¿A qué has venido Rachel? —interrogo sin paciencia.
—Quería verte —contesta, sacando el labio inferior.
—Basta, Raquel; si no estás aquí por algo importante, es mejor que te vayas, tengo trabajo —dicho esto me acerco a mi silla, y me siento a revisar los papeles de la próxima reunión.
—Necesito que me acompañes a una fiesta benéfica —escucho que habla en voz baja.
-No. ¿Algo más? —pregunto sin siquiera mirarla.
—Sí —la miro y agacha la cabeza; esto, seguro no es bueno.
—Dime —exijo.
—Necesito que me prestes dinero —murmura.
—Pero si tú tienes bastante dinero —suelto, irritado.
—Ya no —sigue murmurando.
—¿Qué quieres decir?
—Entendido, me dejó sin nada; en nuestro divorcio se llevó hasta lo que me pertenecía —masculla y, por cómo estaba, no era una artimaña.
—¿Te casaste? —pregunto sorprendido; Automáticamente sacudo mi cabeza y aclaro mis ideas—. Cómo sea, es imposible que te deje sin nada, siempre se llega a un acuerdo con los bienes y las cuentas. Se benefician ambos —le aclaro.
—No para ambos, si se comprueba que hubo adulterio por parte de uno —¿Qué?
— ¿Lo engañaste? —pregunto, todavía confundido.
—Sí, y él pudo comprobarlo —concluye, para luego comenzar a llorar.
—Cálmate. Raquel; Puedo ayudarte con algo, pero vas a tener que buscar cómo mantenerte después, ¿ok? —hablo con voz suave, acercándome a ella para abrazarla.
—Sí, gracias —susurra hipando.
—Bien; Ahora tengo trabajo, pero más tarde paso por el banco y hago un giro. Déjale tu número de cuenta a Shara.
—No, no me dejes ahora, por favor —solloza. Maldita sea, no me puede pasar esto a mí.
—Rachel...Rach, no puedo, tengo mucho trabajo; Por favor, trata de calmarte e ir a casa, ¿vale? Ve a descansar.
Ella asiente, me besa la mejilla y se marcha. Caigo de lleno a la silla tratando de procesar todo; con esto la voy a tener más pegada a mí, pero no puedo alejarla, ella no está bien y su familia no es muy cooperativa tampoco.
— ¿Señor Betanckurt? —escucho a mi secretaria desde la puerta.
—Sí, Shara.
—Aquí le dejo el número de cuenta que me facilitó la señorita Sanson. ¿Quieres que haga algo?
—No, gracias Shara; si preguntan por mí, no estoy para nadie, para nadie más —enuncio.
—Sí, señor —asiente y venta de mi oficina.
No me moví de mi oficina en todo el día; ya eran las cuatro de la tarde y en cualquier momento iba a llegar Ian, para ir a buscar a Erik al aeropuerto. Todavía no puedo terminar de procesar lo de esta mañana con Rachel, no puedo creer que esté en quiebra; Encima, engañarlo y que él se entere, estoy seguro que la mandó a seguir. Típico de británicos. Aunque la culpa en este caso no sería de él, sino de ella. Este tema me va a dar muchos dolores de cabeza.
— ¿Estás listo, primo? —la voz de Ian me saca de mis pensamientos.
—Sí, vamos —me levanto y partimos hacia el aeropuerto.