Capítulo 33-Alex

Sin más, se dio la vuelta y se fue. Soy el más grande de los cobardes; "¿Por qué no vienes conmigo?" preguntó, y yo solo me quede en silencio... Qué idiota.

Al otro día que se fue, le mandé un par de fotos que le había sacado sin que ella supiera, tratando de... no sé; Tal vez, quiero que sepa que pienso en ella, o buscar la forma de decirle algo más, quizás decirle que sí quiero irme con ella. La verdad, nunca nadie me había hecho pensar en esa posibilidad; Ni siquiera algo similar a lo que Lina planteó.

En este momento estoy en la oficina, contemplando la vista que se ve desde la ventana de esta. Antes, el hacer esto me calmaba, me ayudaba a aclarar mi cabeza; Hoy solo es una pérdida de tiempo. Solo pienso en Lina, en todo lo que hicimos, en nuestras discusiones, sus retos, en todos nuestros encuentros. Recuerdo cuando volvimos del río, después que logró pararse sobre esa tabla de surf, lo contenta que estaba por ganar su desafío.

~•~

—Bueno, ahora merezco una muy buena recompensa —esbozó sonriendo cuando llegamos al hotel.

—Ok, yo me encargo de eso —le aseguré conforme apretaba el botón del ascensor.

—Me duele todo mi hermoso cuerpo, por tu culpa, Sole —Lina acusó, frunciendo el ceño a su amiga.

—No sé por qué te quejas; hoy te van a hacer masajes como te gusta, ¿no, Alex? —preguntó la pelirroja, mirándome con complicidad.

—Le haré lo que quiera —respondí sin dudar.

—Y lo que no quiera también —acotó Erik con aire divertido.

Ya dentro del ascensor, ella se masajeaba las piernas por el dolor, así que la alcé; los chicos se despidieron en el piso de Lina y nosotros seguimos a mi habitación. Después de entrar en esto, la coloqué suavemente sobre el diván.

—Quédate aquí —le avisé, depositándole un beso en la comisura de sus labios. Ella solo asentada con la cabeza.

Fui rápidamente a preparar el jacuzzi con sales y aceites, y cuando tuve todo listo la fui a buscar, la volví a alzar y la llevé al baño, con solo la intención de ocuparme de ella, de consentirla, y así lo hice. Le saqué la ropa con cuidado y luego hice lo mismo conmigo, la deposité en el jacuzzi con su espalda sobre mi pecho, limpió y masajeé su cuerpo; Ella empujó su cabeza hacia atrás, apoyándola sobre el hueco de mi hombro.

—Esto es lindo... demasiado lindo —murmuró con los ojos cerrados.

—Lo es —me limité a decir, besando su cabello; y diablos que sí lo era.

Ella se dio vuelta, colocándose ahorcajadas sobre mí, mirándome con esos hermosos ojos grises brillantes, y yo me perdí en ellos. Acaricié su mejilla con mis dedos, luego corrí mi mano hacia su nuca y la traje a mí para besarla; ella posó sus manos en mi cabeza, enredando sus dedos en mi cabello y haciendo más intenso el beso, como si su vida dependiera de ello; yo me uní a esa intensidad sin vacilar, besé cada célula de su cuerpo, saboreando su exquisito gusto a fresa, y ella se dejó hacer. Yo jadeé, ella gimió y succioné ese gemido que electrificó mi cuerpo; bajé de su boca, pasé por su cuello y el lóbulo de su oreja, el cual mordisqueé porque me había dado cuenta que era su punto débil, y seguí bajando hasta llegar a uno de sus pechos, donde hice mi trabajo de succionar y acariciar, y rozar con mis dientes; me hundí en ella cual si fuéramos uno. Mordí su rosado y erecto pezón, para luego mimarlo, la agarré del culo profundizando mis embestidas; ella tenía sus manos posadas en mis hombros, agarrándose de ellos y empujándome más. Tomé su pelo asiéndolo en mi puño y jalé de él, tirando su cabeza hacia atrás, y pasó mi lengua por su cuello hasta llegar al medio de sus pechos. Ella jadeó mi nombre cuando corrió unas de mis manos por sus nalgas y pasó un dedo por su hendidura; cuando llegué a su año, la miré esperando su aprobación. Ella clavó su mirada en mis ojos y en ellos estaba el "sí"; con una media sonrisa penetré su año con mi dedo índice, mientras, al mismo tiempo la embestía con fuerza; volvió a gemir y me bebí su gemido, mordió mi pecho y empezó a mover sus caderas con más ímpetu, succionando mi erección con sus músculos internos.

—Lina, por favor —jadeé.

— ¿Quieres que pare? —preguntó besando mi cuello, y succionando más fuerte mi pene.

—Jamás... Voy a correrme.

—Hazlo —susurró en mi oído.

—Ven conmigo. —Esa sensación de cómo nuestros cuerpos encajaban perfectamente, y cómo perdía prácticamente el sentido cuando alcanzamos el clímax, juntos.

Luego la llevé a la cama, donde inició mi recorrido con mi lengua por su cuerpo otra vez; llegué hasta su humedad, pasé mi lengua como si fuese un helado, ella gimió y se arqueó, abrí los pliegues con mis dedos y mordí su clítoris, para luego succionarlo haciendo que grite; lo sople, volviéndola loca, y volvió a succionar; introduje dos dedos en su interior y empecé a moverlos en forma circular, al tiempo que mi lengua sobaba su clítoris; Sentí cómo se tensaba, agarró mi cabeza, apretándome contra su sexo más fuerte, y bebí hasta la última gota de su esencia. No di lugar a que su cuerpo se calmara y la penetré, tomé su pezón con mi boca, jugueteando con él con mi lengua; cuando estuve cerca de correrme, metí mi mano entre nosotros y con mi pulgar presioné en forma circular su botón erecto; al poco tiempo ella se corrió, y al segundo yo la seguí. Otra vez tuve esa sensación de perfección y pérdida del sentido cuando llegué a la liberación.

Después de hacer el amor, ella se durmió sobre mi pecho; Yo no podía dormir, a pesar de estar cansado. Solo podía mirarla, admirarla, contemplarla, mientras dormía tan tranquila, tanta paz que destilaba, una persona diferente a la que era cuando estaba despierta.

~•~

No me quejo, me gustan sus dos personalidades, la tranquila y la inquieta, esa picardía que tiene en su mirada gris la hace única y tan deseada. Es el séptimo cielo, nunca antes me sentí así con una mujer, nunca jamás nadie me hizo sentir así, y ahora que probé esa divinidad, tengo miedo de depender de ella, de ansiarla más de lo que pueda soportar; tengo miedo de sentir el vacío y nunca poder rellenarlo, nunca me he sentido de esta manera ¿Qué me hizo esta mujer? Maldita seas, Lina, quiero el poder de seguir sin necesitar esas sensaciones que solo tú puedes darme.

—Alex —escucho una voz familiar sacándome de mis recuerdos.

—Sí —digo, girándome a encarar a Erik que entraba en mi oficina.

—¿Estás bien? —pregunta.

—Sí. ¿Pasa algo?

—En quince tenemos la reunión con Miller —anuncia. Me había olvidado por completo de esa reunión.

-Perder. ¿Está la sala preparada?

—Sí, están llegando todos de a poco —entrecierra los ojos—. ¿Seguro que estas bien?

—Sí, estoy bien.

-De acuerdo. Ian llamó, dijo que está con tu madre; Nos va a pasar a buscar por el aeropuerto cuando lleguemos a Estados Unidos.

Ian Russel, mi primo. Él es tan alto como yo, cabello rubio, ojos azules, y es una perdición para las mujeres. Siempre fuimos, junto con Erik, muy unidos los tres; cuando éramos jóvenes compartíamos las mujeres. Ian siempre fue el chico malo, tengo dudas de cuándo sea el día en que madure.

—Bien, seguro que algo se trae entre manos —entono, saliendo para ir a la reunión.

—Apuesta a que sí.

Después de la aburridísima pero eficaz reunión, me dirigí al hotel para terminar de hacer las valijas; Erik ya tenía todo listo, estaba ansioso por volver a casa. Yo, sin embargo, estaba actuando por inercia.

—Apúrate Alex, vamos a perder el avión por tu culpa —dice.

—Ya estoy, deja de ser tan chillón.

—Bien, pero si perdemos el vuelo me voy a quedar con tu Harley —demanda.

—Sí, claro —como si eso fuera a pasar.

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