Lleva su mano por el interior de mis muslos hasta llegar a mi sexo, hace a un lado la tanga y mete dos de sus dedos en mi interior; me arqueo y él me besa para llamar mi gemido. Empieza a moverlo de manera circular y con su pulgar toca mi clítoris.
—Alex... Aquí no —jadeo, sin tener fuerza para separarme.
—Aquí sí —habla besándome el cuello, ignorando mi queja deliberadamente.
—¡Chicos, por favor, no quiero ver una porno en vivo y en directo! —grita Erik desde adentro, haciéndome tenso. ¡¡Mierda!!
—¡Cierra los ojos! —le devuelve el grito Alex.
—Vamos —le ordeno, sacándolo de mi interior y saliendo de encima de él; o tratando de salir, porque agarró mis caderas y me presionó contra él, escondiendo su rostro entre mi hombro y mi cuello.
—Que se vayan ellos —farfulla agarrándome con fuerza. Yo empiezo a reírme por su actitud de malcriado.
—Vamos —repito, y me levanto llevándolo adentro conmigo—. Voy a cambiarme y nos vamos.
Una hora después estábamos de nuevo en el río. Sole tendió una manta en el suelo para sentarnos, me sentí como salida del cuento de mujerescitas; No sé qué estaba pasando con ella, pero se tomó muy en serio lo del picnic.
Erik se jacta de ser una buena guía conforme nos sirve las copas.
—Yo estoy empezando a creer que los alemanes tienen un pequeño problema con el tema de la arrogancia; pero tranquilos chicos, hay profesionales que los pueden tratar —le suelto, recibo mientras la copa que me tiende.
—No es arrogancia, es tener la autoestima alta —contesta, gesticulando hacia arriba—. Y tampoco soy alemán, sino estadounidense —Ahora comprendo por qué su acento es diferente.
—No te preocupes por eso tampoco, yo tengo buena puntería y puedo bajarte la autoestima de un hondazo —enuncio, sonriéndole.
—Es verdad, tiene muy buena puntería; va al polígono, además de que es muy cruel cuando quiere bajártela —indica Sole con doble sentido, y empezamos a reírnos.
—¿Sabes usar un arma también? —quiere saber Alex.
-Sorbo; un amigo me llevó una vez, cuando él tenía que dar una prueba, me gustó y empecé a ir dos veces por semana, cuando él y otro chico iban.
—Ok, contigo yo no me meto; peleas y disparas —Erik gira la cabeza hacia Alex y suspira exageradamente—. Que el señor esté contigo.
—No te preocupes; Dije una vez que no la iba a hacer enfadar, y ahora sabiendo todo esto, hago énfasis en esas palabras —aclara, mirándome a los ojos.
—Yo no entiendo cómo le gustan esas cosas; a mí me dan mucho miedo las armas —exclama Sole, desaprobando con la cabeza.
—Es verdad, las armas las porta el diablo —concuerda Erik.
—Y las dispara un idiota —completo.
—Te estás diciendo idiota —señala Sole.
—Yo solo las uso en el polígono, cuando practico; no las usaría afuera de ahí —me tomó unos segundos y prosigo—. Si no fuera necesario, obvio. Así que no me estoy diciendo idiota.
—Pero supongamos que queremos hacerte daño; tú tienes un arma y las sacas para defenderte, ¿apuntas solo para asustar o para disparar? —interrogo a Erik.
—Cuando se desfunda un arma hay que usarla.
—Entonces, las sacas y disparas —afirma Alex.
—No —niego—; muestro que tengo un arma, y si con eso no retrocede, la bolsa y el uso. No es necesario tirar a matar.
—¿Y en qué parte del cuerpo la usarías?
—En el muslo.
—¿Y por qué ahí? —Indaga Erik.
—Porque lo inhabilitas para caminar, y te da ventaja a irte.
Llevo la copa a mi boca y bebo un sorbo bastante largo; No me gustan mucho estas preguntas, traen recuerdos de mi pasado, y es algo que prefiero mantener lejos.
—Yo le daría en otro lado —demanda Sole, haciendo que todos la miremos.
—Me imagino dónde; todas las mujeres dispararían en ese mismo lugar. Si yo hago lo mismo no sería original.
—Yo voy a mantener mi distancia contigo; no es por nada, pero aprecio cada extremidad de mi hermoso cuerpo —enfatiza a Erik, tomando distancia con su mano.
—De todas formas, no estás tan lejos; tengo un alcance de siete metros —le hago saber, guiñándole un ojo, y Alex se ahogó con la bebida.
Sole empieza a reír por la cara de estupefacción de Erik y el ahogamiento de Alex. ¿Los habré asustado? Mejor, así se cuidan. De todas formas, nos los veo capaces de alguna cosa mala; da igual, yo no empecé con este estúpido tema.
—Bueno, basta de asustarlos —habla Sole—. Lina, vas a surfear.
—No.
—Tienes miedo.
—No tengo miedo.
—Sí, lo tienes; Serás buena con un arma y peleando, pero le tienes miedo a un simple lago.
—Piensa lo que quieras; y no es un lago, es un río —le aclaro, ya de paso.
—No puedes hacerlo, ¿verdad? Por Dios, encontré algo que Lina Rinaldi no puede hacer —ironiza, llevándose una mano al pecho.
—Sí puedo; es solo que no quiero —le aseguro. A todo esto, los ojos de Alex y Erik iban de un lado a otro de nosotras, como si estuvieran viendo un partido de tenis.
—Demuéstralo —me desafía.
—Bien —digo, levantándome para ir a cambiarme ya alquilar una puta tabla. Caí en su estúpido juego.
Alex me acompaña hasta un puesto en donde alquilan los trajes; Luego nos dirigimos a los baños para cambiarnos, entro en uno y estoy por cerrar, cuando su mano se interpone y no deja que cierre la puerta.
—¿Qué haces? —Le pregunto al ver qué se está haciendo lugar para entrar.
—Voy a ayudar a sacar la tensión —responde, con toda la tranquilidad que una persona puede llegar a tener.
—Y eso ¿cómo sería? —cuestiono, elevando una ceja y mordiendo mi labio inferior.
—Ya verás.
Se abalanza hacia mí, pone su mano en mi nuca y estrella su boca contra la mía, besándome con fuerza hasta que necesitamos respirar. Se separa unos centímetros y muerde mi labio inferior, de a poco comienza a quitarme el vestido, va besando desde mi cuello hasta abajo; conforme me desviste, me va dejando besos por mi piel. Con sus dedos se abre paso entre los labios de mi sexo, masajea y fricciona. Adentra dos de ellos en mí y empieza a moverlos.
—Alex... —jadeo y arqueo mi espalda; levanta una de mis piernas, haciendo que la enrosque en sus caderas.
—Eres tan hermosa cuando te sonrojas —Me besa con fuerza y rudeza, mientras sigue moviendo y presionando sus dedos dentro de mí; su pulgar mueve a mi clítoris; hace presión, consiguiendo que suelte un gemido, y con su otra mano tapa mi boca—. Shuu... Quédate callada —Como si fuera fácil estar callada cuando me toca así. Sigue moviéndose con más fuerza, movimientos circulares y profundos; los mueve sin piedad, sin darme tregua. Cuando nota que mi cuerpo se tensa, que estaba cerca de llegar, comienza los movimientos con más rapidez—. Hazlo Lina.... Ahora —Me besa para tapar mis gemidos y me dejo ir. Me abraza, me sostiene entre sus brazos, teniendo mi cabeza entre el espacio de su cuello y hombro, mientras besa la coronilla de mi cabeza. Cuando mi cuerpo dejó de convulsionar y mi respiración se normalizó, se separa, me mira fijamente a los ojos regalándome su media sonrisa, besa mis labios, y luego me ayuda a ponerme el traje con delicadeza—. ¿Estás bien? —pregunta sobre mis labios.
-Si.
—Bien, voy a cambiarme.
Me deja un beso casto y sale del baño, para meterse en el contiguo y cambiarse. Lo pensé, ¿cuánto? ¿Un minuto? Menos, solo unos segundos; Salgo rápidamente del baño y me cuelo en el que se encontraba él.