—No sé. Una sonrisa, una mirada, un gracias; eso es lo que haría cualquier chica cuando le pagan el almuerzo —levanta un dedo—. Ya sé que no eres como cualquier otra chica; créeme, lo sé, lo vi, y ese día lo comprobé. Tu reacción, amén de divertirme, me encantó, y me dije que necesitaba más de eso; más de ti —se detiene solo para observarme con ojos de... ¿admiración? Me escruta con la mirada, y de alguna manera hace que me sienta vulnerable.
—¿Y entonces?
—Bueno, ese día tuve que irme por trabajo; pero cuando regresé, hablé con el conserje para que cada vez que bajaras o salieras del hotel me avisara —agacha la mirada como si tuviera vergüenza de lo que hizo ya mí me pareció de lo más tierno; un poco espeluznante, pero muy original y tierno.
—Oh mar, que tenías un topo; maldito conserje —demando riendo, entonces él se relaja y ríe conmigo.
—No compañeros al mensajero.
—Bueno, debo reconocer que es tierno lo que hiciste, aunque un poco raro, por decirlo de una forma suave; igual me g