Capítulo 15

Desde que llegué, no puedo dejar de revivir ese beso y ese maravilloso orgasmo que tuve en el museo. Ese beso y algo más. Dios, con solo recordarlo mi cuerpo entra en un calor insoportable y mis mejillas comienzan a arder, sin contar el cosquilleo en mi vientre.

—Te gustó —afirmó cuando se apartó con la respiración acelerada.

—Sí —hablé sin pensar, aunque no me lo estaba preguntando.

—A mí también —me besó —. Me gusta cómo te sonrojas cuando te corres —murmuró sobre mi boca, y yo me acaloré de nuevo.

Quería más, quería de nuevo, lo quería dentro de mí. Había perdido la poca cordura que me quedaba; estábamos en un museo, por el amor hermoso, ¿cómo era posible que permitiera que me masturbara en un lugar público? No me arrepiento, jamás me hicieron sentir así, la mezcla de excitación y adrenalina, por el miedo a que nos descubrieran, lo hizo todo más intenso.

Besa y toca muy bien, ¿será así de bueno en la cama también?, seguro que sí, Lina, ¿qué estás diciendo?, ¿no viste cómo te tocó, el maravilloso orgasmo que te produjo solo con sus dedos? Bueno, no importa; lo vamos a averiguar, total, en una semana ya nos vamos a casa y no lo voy a volver a ver. Ahora tengo que arreglarme para esta noche, y como dijo Oscar Wilde: "la única forma de librarse de la tentación es ceder ante ella"; Entonces, voy a librarme de mi maldita tentación.

— ¿Qué haces tirada en la cama? —curiosoa Sole al entrar a mi cuarto.

—Estoy jugando al cricket.

—Muy graciosa —se tumba a mi lado—. ¿Cómo te fue con "ojitos de hotel"? —interroga, gesticulando comillas en ojitos de hotel.

—Bien, me llevó al castillo Neuschwenstein; y tú, ¿dónde estuviste?

—Con Erik, fuimos a comer; le pedí que me llevara de nuevo a ese río para surfear, y después fuimos a su casa —Mueve sus cejas.

—Te acostaste con él —la acuso y me echo a reír.

—Me vas a decir que tú no te acostaste con Alex?

—De hecho, no lo hice —hice una cosa parecida.

—Me estás jodiendo. ¿Por qué no? ¿Todavía sigues con esa estupidez de negarte para que no se la crea? —debería decirle. Y sí: de todas formas voy a seguir con esas estúpidas lo más que pueda, por más que coja con él.

—No, nada de eso; Nos besamos, pero estábamos en el castillo y no podíamos hacer más. Esta noche voy a ir a cenar con él. 

—Bueno, esta noche vas a salir del celibato —asegura riendo. 

Seguro que sí. 

—Esa es la idea —asiento, ¿para qué voy a mentirle?; ya somos grandes, y ninguna es una santa. Ni caso.

Sí, esa era la idea. Tengo que dejar de pensar; Estamos de vacaciones, y en vez de disfrutarlas como hace Sole, solo estoy poniendo excusas y pensando en qué pasara después, poniendo negativas. Así no soy yo, no voy a llegar a ningún lado de esta forma; pero es que hay algo que me pasa con él que me hace dudar, no sé qué exactamente, capaz sea que me siento diferente cuando estoy cerca suyo y nunca, jamás me sentí rara, torpe o vulnerable frente a un hombre; y para ser sincera, no me gusta esa sensación, siempre me siento cómodo y puedo ser quien quiera con un hombre, nunca yo misma, porque nadie «salvo mis amigos», me conozco de verdad. Pero con Alex es diferente, con él siento que aunque sea sarcástica, irónica, salvaje o mal educada, encuentra la forma para llegar a quien soy en verdad; Llega a doblegarme, y esa es la verdadera razón por la que me negaba a estar cerca de él al principio. Sin embargo, creo que me cansé de escapar, no vale la pena, ya le di algo hoy en el castillo y me hizo perder los estribos, y además, de alguna manera siempre me encuentra. ¿Cómo hace eso? Ni modo, voy a terminar con eso esta noche, voy a sacar mis dudas ya seguir adelante, estoy de vacaciones, lo llamaré "pasión de verano" aunque sea invierno; Me gusta ese título. Después volveré a mi casa y todo seguirá con normalidad; Todo volverá a ser como antes, y este viaje va a ser un lindo recuerdo y una gran anécdota para contar. Sí, eso voy a hacer.

—¡Lina, Alex ya llegó! —grita Sole desde el recibidor

—Ya estoy —digo, saliendo de la habitación.

Cuando lo veo, me quedo sin aire. Lleva un traje negro de diseñador y una camisa rosa vieja que hace resaltar sus ojos azules, su pelo rubio. Voy a necesitar primeros auxilios y una tanga de repuesto. Hoy dudo que llegue al plato principal sin antes querer abalanzarme sobre él. Este hombre debe estar prohibido, debe ser un pecado tener todo eso; y lo peor, hacerme sentir todo esto.

Parece que le gustó mi vestido; al menos eso insinúa por cómo me mira, y eso que todavía no veía la parte de atrás. Había salido con el abrigo puesto del cuarto, quiero que vea mi espalda más adelante, todavía no; Quiero ver su reacción.

—Estás hermosa.

—Gracias... Sole, si vas a Salir, escríbeme, ¿sí? —La miro a ella, tenía que salir del trance de los ojos de ese hombre y no sentirme desnuda bajo su escrutinio.

—Obvio que voy a salir, no pienso quedarme. Me voy con las colombianas a ese bar cubano; igual no te preocupes, porque te voy a escribir —dice, poniendo cara de niña inocente. Nadie en esta habitación le cree.

—Bien, cuídate —le doy un beso y me acerco a Alex, quien todavía seguía mirándome de esa forma que hace hervir mi sangre.

El viaje al restaurante estaba siendo tranquilo, por momentos él me miraba por el rabillo del ojo y sonreía; en eso se le da por poner música y, para mi asombro, la inconfundible canción " Sweet Nothing " de Calvin Harris irrumpe en nuestro cómodo silencio. No lo veía escuchando música electrónica. Sorprendente.

¿Calvin Harris? —pregunto dudosa.

—Sí. ¿No te gusta?

—Sí, solo que no te hacía escuchando música electrónica —hasta podría decir que escucha rock, pero electrónica, jamás.

— ¿Qué música escuchas, tú? 

—Me gusta mucho la electrónica; Avicii es uno de mis favoritos, pero me inclino más por el rock.

—¿Grupo favorito? 

—Imagine Dragons —respondió, justo en el momento en que nos detenemos por un semáforo en rojo.

—Me gusta —asiente—; De hecho, esta es mi canción favorita —toca el mando del estero, pone " Demons ", y sonríe al ver mi cara de incredulidad.

La verdad, no lo veo escuchando electrónica; Pero no pensé que le gustara Imagine Dragons. Aunque se ve lindo golpeado su dedo en el volante y moviendo la cabeza al compás de la música; se ve tan relajado, que hace que me relaje también. No puedo apartar la vista de su perfil, se ve más joven con esa actitud. Tengo el repentino impulso de tocarlo, de girar su rostro hacia mí e invadir su boca con un caluroso beso, pero me abstengo, no puedo actuar así. Al menos, no todavía.

Llegamos al restaurante, uno muy lujoso. Alex se baja para abrirme la puerta y luego le entrega la llave al valet, entramos, anuncia nuestra reservación, y cuando me está sacando el abrigo para ponerlo en el guardarropa escucho un gruñido que sale de su garganta y como respira profundo. Sé que vio mi espalda.

—¿Te quedó la mitad del vestido en la tienda? —ironiza, respirando con dificultad; No pude evitar sonreír.

Doy gracias por hacer caso a Sole acerca de mi vestuario; me puse un vestido color plata, el cual es muy corto «tapa lo que tiene que tapar, y un centímetro más, nada más», y lo mejor del vestido es que tengo toda la espalda descubierta, que es lo que Alex me está reprendiendo, con unos tacones también plata con taco aguja.

—¿Qué? —pregunto, haciéndome la desentendida, esto me gusta.

—Tienes toda la espalda desnuda —susurra en mi oído con voz ronca. A mí se me eriza la piel con ese acercamiento. Sí que me gusta esto.

—Y eso es malo? —curioso con tono más sensual de lo que quería.

—Es malo para el que te mire —asevera secamente.

Se me escapa una leve risa, y pongo todo mi empeño para no reírme fuerte y que todos los comensales se fijen en nosotros.

—No hay que preocuparse por el que mire, sino por el que toque —argumento sonriéndole, y me adelanta a caminar.

Él gruñe detrás de mí y yo intensamente mí sonrisa; otra faceta del señor "ojitos de hotel": es posesivo. ¿Serán celos también? Ya lo vamos a averiguar.

Se apura a caminar a mi lado, poniendo una mano en mi espalda baja; Está tocando directamente mi piel y el calor de su tacto hace erizar todo mi cuerpo, y él lo nota.

—¿Frío? —habla con socarronería, yo solo lo miro y sonrío. Qué podía decirle, ya estaba todo dicho.

Llegamos a nuestra reserva y él me ayuda a sentarme corriendo la silla, rodea la mesa y se sienta en frente. Luego de mirarme unos segundos, hace una seña llamando al camarero; Ordenamos, él se encargó del vino, un exquisito vino rojo Don Perignon. Me encanta ese vino, de todas formas no sé mucho sobre vinos y él parece que sí.

Por supuesto que sonríe, se salió con la suya. Olímpicamente.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App