Capítulo 10

— ¿Dónde estabas? —me ataca Sole apenas abrí la puerta de la habitación.

—Caminando.

—¿Te pasa algo?

—Resaca— mascullo.

—Ah ok, hoy es el día de los monosílabos de Lina —ironiza, elevando las manos.

—¿Hace mucho que estás despierta?

—No, hace menos de media hora —responde, echándose al sofá—. ¿Comiste algo?

—Nop; e imagino que tú tampoco, ¿verdad? —Más que una pregunta era una afirmación, ya que tiene problemas para bajar sola u ordenar por teléfono.

—Vamos a comer? —propone, mostrándome los dientes con una gran sonrisa; acompaño a la suya con una sonrisa mía, y doy gracias en silencio porque no tiene resaca o dolor de cabeza, o al menos no se queja si los tiene.

Le hago señas hacia la puerta, ella de un salto sale del sofá y salimos de la habitación agarradas del brazo; increíblemente está bien, la voy a hacer caminar si sigue así. A la m****a la ducha y la música, prefiero aprovechar y caminar con Sole.

Cuando estábamos llegando al restaurante del hotel me acordé de la cafetería que había visto por la mañana, y se me ocurrió que sería buena idea ir a comer allí. Además, sería un paso más para después hacerla caminar.

—Sole, comamos afuera; hay una cafetería a un par de manzanas, y vi que tenía una linda terraza —la insto, haciéndola cambiar de rumbo hacia las puertas del hotel.

—Me vas a hacer caminar como siempre, qué manía la tuya.

—No vas a caminar diez kilómetros, no empiezas a quejarte; Además, te va a gustar el lugar, y necesitamos azúcar. —Yo necesito azúcar y cafeína.

Cuando llegamos ordenamos unos capuchinos y Lemon-pie. En realidad ordenó Sole, haciendo señas; gracias a Dios tenían una pizarra colgada en la pared detrás del mostrador, así que ella se dedicó a deducir lo que decía, mientras yo me mordía la mejilla por adentro para no estallar en risas y quedar como una lunática. Luego de tener nuestro pedido en mano, nos dirigimos a la terraza y nos ubicamos en una mesa.

—La verdad, es una vista espectacular —exclama asombrada.

—Sabía que te iba a gustar.

—Bueno. ¿Me vas a contar dónde estuviste?— expresa, mientras come la crema del capuchino.

—Ya te dije, estuve caminando —suspiro, sé que no la voy a convencer—. Fui a la puerta de la victoria — le comentario con tono casual.

—Y eso ¿qué se supone que es?

—Es un monumento de los bávaros.

Comenzo a contar la historia que Alex me había relatado, ella escucha atentamente sin interrupciones y, por supuesto, con la boca abierta. Me da mucha gracia Sole cuando se pone en plan concentración; Arruga la nariz, agranda los ojos y abre la boca. Cuando termino de explicarle todo, obviando la parte de Alex, claro está, acerca la mano a su mandíbula y se la levanta.

—Wow, qué historia. ¿Y la estudiaste antes de venir?

Esta chica huele la presencia de un hombre, es una perra.

—No, me la contaron cuando estuve ahí —digo, metiéndome un pedazo de pay en la boca; lo empecé a masticar muy lentamente, para no contestar nada con lo que pueda llegar a salir, o al menos darme tiempo a pensar una buena excusa.

—¿Cómo que "te la contaron"? ¿Quién te la contó? —comienza su interrogatorio mirándome fijamente para que no le mintiera; maldita mujer.

—Alguien que pasaba por ahí y me vio mirando el monumento —respondo con mucho convencimiento; o al menos, lo era para mí.

—¿Y te la contó en alemán o español? —qué hija de... Ahora está sacando conclusiones; y lo peor es que no se equivoca.

—En español, Solé; no hablo alemán.

—Mmm... ¿Era un turista, entonces? —Como se hace la tonta.

No le voy a dar el gusto de llegar a donde quiere. negar; negar todo, es lo que tengo que hacer.

—No lo sé. ¿Qué vamos a hacer después? —pregunto, queriendo desviar la conversación, sin ningún resultado.

— ¿Cómo sabía que hablabas español? —interroga con desconfianza. Tengo que cambiar de tema urgente.

—Me dijo el nombre de la puerta en su idioma y yo contesté que ya lo sabía en mi idioma, y ​​ahí empezó a hablarme en español; eso es todo —zanjo el tema ahí—. Ahora contéstame lo que te preguntó —como no hace amague para interrumpirme, sigo hablando—. Yo quiero ir al castillo Neuschwanstein, está a dos horas hacia el sur de aquí.

La verdad es que no quería que ella se sepa sobre Alex porque íbamos a pasar todo el día hablando de él, y seguramente en toda nuestra estadía aquí, y yo quiero ver todo en Múnich, no sentarme en el sofá de la habitación a comer helado y contarle la hermosa sonrisa que tiene, la cual contrarresta a su arrogancia. Bravo Lina, otra vez lo estás adulando.

—¿Y sobre ese castillo también te hablo ese hombre desconocido?

M****a, quiere volver al tema; no voy a dejar.

—No, Sole, lo leí antes de venir; si te parece lejos podemos ir a la puerta Isator, que está más cerca —le hago saber, ya cansada de su síndrome Sherlock Holmes.

—Bien, vayamos a esa puerta que dices, y mañana con más tiempo vamos al castillo —Ya puedo respirar.

—Hola, Lina —hablan a mi lado. Oh, esa voz; M****a, m****a, m****a.

Hablé demasiado rápido, no puedo respirar tranquilamente.

—Hola —respondo, levantando la vista para verlo. Otra vez esa sonrisa. ¿Qué m****a está haciendo acá?

—Hola, señorita —dice, saludando a Sole con su encantadora sonrisa. Grrr. Voy a cometer un homicidio doble.

—Hola, soy Sole —se presenta.

—Un gusto, Sole; soy Alex.

— ¿Qué haces acá? —pregunto sin nada de sutileza.

—Vine por un café con un amigo —contesta muy tranquilo, señalando la mesa donde estaba su amigo; no miro donde señala, pero por la reacción de Sole, esa de que necesita un cambio de ropa interior, debe ser muy sexy el amigo. O como mínimo, le gustó y se lo está imaginando desnudo, atado en la cabecera de la cama.

—Justo acá y ahora...seguro —suelto, no creyéndole absolutamente nada.

—¿No crees en las casualidades, ángel? —cuestiona con voz melosa. ¿Ángel? ¿De verdad dijo eso?

Sole le me mira de soslayo y sé que se está burlando de mí.

—Nop, creo en las causalidades —respondo con supremacía. Él me mira a los ojos con... ¿curiosidad? Levante una ceja, para luego asentir.

—Buen punto. Creo que ya van dos veces en el día de hoy, en que estoy de acuerdo contigo —explaya, y sé que con esas palabras tengo en la yugular a mi amiga.

—¿Qué? Como si... —atropella las palabras, hasta que toma aire y acomoda las ideas, y habla con más calma—. Ahh... Él es el que te contó eso de la puerta, ¿no, Lina Rinaldi? —me acusa al punto de un grito, apuntándome con su puto dedo.

-No.

—Sí —respondió él al mismo tiempo.

Lo miro con ganas de arrancarle la tráquea con mis propios dientes; él me sonríe divertido, como diciendo, "no mientas, eso no se hace", con su ego a todo esplendor. Tuve que respirar para controlarme, y no arrancarle las bolas y usarlas como llamador de ángeles.

—Sí, ¿o no? Pónganse de acuerdo —demanda mi mejor amiga, cruzando los brazos.

—Después te cuento —le indica a ella. Luego lo miro a él—. Tu amigo te está esperando —señalo al joven, y ahí es cuando lo veo; era casi del mismo tamaño de hombros que Álex, cabello oscuro ondulado y corto, ojos azules...uh, linda boca. ¿De dónde salen estos hombres?

—No te preocupes por él, sabe esperar —dice, cortando mi inspección de rayos x. ¡¡Entrometido!! —. Escuché que quieren ir a Isator; si les parece bien, podemos llevarlas, y de paso te cuento esa historia también —expresa, provocándome.

Con él voy a poner en práctica lo que dice la ciencia, sobre cómo hacer un príncipe azul con una soga en el cuello.

—No, gracias; esa historia ya la conozco —me rehúso.

—A mí me gustaría —interviene Sole, mirándome con gozo.

Le echo una mirada aniquiladora, la cual ignora descaradamente. Es una tirana vengadora; hubiésemos comido en el restaurante del hotel—. ¿Qué? —se eleva de hombros—. Sabe muy bien que no me gusta caminar, Lina —expresa sonriéndome; la voy a tirar del balcón del hotel. Ella no es mi amiga, es mi peor enemiga.

—Lina? —llama mi atención Alex, elevando una ceja, mientras espera mi respuesta.

—No te vas a ir con mi negativa, ¿verdad?

—Nop —se limita a contestar, sonriendo. ¡¡Esa maldita sonrisa!!

—Bien, da igual —entono, suspirando resignada.

De todas formas, ninguno de los dos me iba a dejar en paz hasta que dijera que sí.

—Perfecto —gira la cabeza —. Erik —llama a su amigo.

El tal Erik se levanta de su silla con una sonrisa tierna, nada que ver con la sonrisa de Alex; camina hacia nosotros para instalarse al lado del amigo.

—Señoritas.

—Chicas, él es Erik Duckan; Erik, ellas son Sole y Lina Rinaldi.

—Hola. Un gusto —balbucea Sole, se recompone y le sonríe; en cuanto cayó en la cuenta, empezó a coquetear.

—Encantada, Erik —le tiendo la mano, él la toma—; Espero que no seas un acosador como tu amigo —le suena complicidad, y por el rabillo del ojo diviso a Alex, que alza una ceja y se cruza de brazos.

—Soy muchas cosas, pero nada de acosador —mira a su amigo y se acerca a mí—. Deberías denunciar al acosador —murmura en modo de secreto.

—Bien, no te acerques mucho... puede morir —advierte Alex, divertido.

—Eso no te detuvo —le digo con sorna.

—Y también sabe defenderse —acota Erik.

—No lo dudo —dice el rubio, mirándome—. Ellas quieren ir a conocer a Isator, y aceptaron que las llevamos —le informa a su amigo, cambiando de tema.

-De acuerdo; si es así, voy a buscar el auto entonces —declara, frotándose las manos. En un movimiento rápido y sin avisar, Alex le tiró unas llaves, que supongo deben ser del auto, y Erik las agarró en el aire sin ningún problema—; nos vemos afuera —articula, antes de irse.

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