— ¿Dónde estabas? —me ataca Sole apenas abrí la puerta de la habitación.
—Caminando.
—¿Te pasa algo?
—Resaca— mascullo.
—Ah ok, hoy es el día de los monosílabos de Lina —ironiza, elevando las manos.
—¿Hace mucho que estás despierta?
—No, hace menos de media hora —responde, echándose al sofá—. ¿Comiste algo?
—Nop; e imagino que tú tampoco, ¿verdad? —Más que una pregunta era una afirmación, ya que tiene problemas para bajar sola u ordenar por teléfono.
—Vamos a comer? —propone, mostrándome los dientes con una gran sonrisa; acompaño a la suya con una sonrisa mía, y doy gracias en silencio porque no tiene resaca o dolor de cabeza, o al menos no se queja si los tiene.
Le hago señas hacia la puerta, ella de un salto sale del sofá y salimos de la habitación agarradas del brazo; increíblemente está bien, la voy a hacer caminar si sigue así. A la mierda la ducha y la música, prefiero aprovechar y caminar con Sole.
Cuando estábamos llegando al restaurante del hotel me acordé de la cafetería que