Capítulo 9

Empiezo a abrir los ojos de a poco y con mucho esfuerzo; qué dolor de cabeza, no debería haber tomado esos putos mojitos. Malditos españoles y sus ideas. Necesito una ducha; Me levanto, me siento a un lado de la cama y tengo que agarrar mi cabeza por el dolor. ¡Maldita resaca! Voy hacia el baño y me preparo la bañera; cuando esté con más de la mitad de agua, me dispongo a desvestirme para entrar. Después de casi media hora, salgo con un mejor semblante y con leve latido en la sensación. Una vez que me arreglo, camino hacia el cuarto de Sole; Miro hacia adentro y ella sigue desmayada, trato de despertarla, pero no da señales de vida, así que le dejo una nota en su mesita de noche y me voy.

Salgo del hotel en busca de una cafetería, pido un café para llevar y luego me subo a un taxi. Al taxista le tiendo un papel con escritura alemana «la cual escribí con ayuda de mi nuevo amigo, el diccionario de idiomas», con la dirección del lugar que quiero ir; Tenía que aprovechar que Sole dormía para poder visitar los lugares a los que quiero conocer, ya que hay mucho por caminar ya ella no le va bien.

Llegué hace unos diez minutos y desde entonces no me moví de aquí, es muy tranquilo y bello el lugar. Me limité a recorrerlo una y otra vez con la mirada, sin perder ningún detalle. Sé que seguramente parezco una psicópata o maníaca, por mi estado de inmovilidad en el sitio, pero me da tanta tranquilidad y paz que no quiero moverme; al menos, no por ahora. Necesito aclarar mi cabeza, y este lugar está haciendo un buen trabajo en ello. Anoche fue un poco raro todo y quiero «necesito» calmar todo el loco que se produjo en mi cuerpo ante el toque de ese hombre. Vaya, no quería pensar en él; Solo me voy a limitar en no pensar en nada. Eso es fácil; al menos, Sole dice que lo es.

—Siegestor —escucho una voz masculina que habla aproximándose a mi lado.

Miro por el rabillo del ojo y no me lo puedo creer «lamadrequeloparió, diría una de mis escritoras favoritas. Sí, así: todo junto». "Ojitos de hotel". ¿Es un maldito acosador nato, o está estudiando para serlo?

—Las puertas de la victoria, ya lo sé —artículo, con los ojos puestos en el monumento.

—Y ¿qué más sabe? —quiere saber, también con la vista en las puertas.

Me está probando, lo sé. Lo que no sé, es: ¿qué carajos quiere de mí?

—Supongo que tú me vas a contar la historia, ¿no? —Ni caso tiene pelear, aunque venga solo para joderme el día y acabar con mi tranquilidad.

—¿Sabes? Hace mucho que no escuchaba ese acento —dice de manera pensativa, dirigiendo la mirada hacia mí.

Puedo sentir sus ojos, así que decidió mirarlo. Lo hago; por unos segundos nos miramos fijamente, y otra vez siento ese calor pasear por mi columna vertebral. Una mala idea fue hacerlo.

—Y bien? —lo insto, para salir de sus ojos hipnóticos.

Él vuelve a mirar las puertas y yo espero a que me cuente la historia, porque había oído hablar algo respecto a ellas, pero no conoció muy bien los detalles. Me mira de reojo y asiente.

—Ok —se coloca las manos en los bolsillos y comienza a relatar—.  Las puertas fueron construidas para conmemorar una guerra por parte de los Bávaros; el paso de los años y la destrucción que sufrió Alemania, generó su destrucción. Sin embargo, tras su reconstrucción, se convirtió en emblema de la paz dentro de esta ciudad  —yo lo miro embelesada mientras habla, su forma de hacerlo lo muestra como un hombre demasiado inteligente—.  Erigido entre 1843 y 1852 por el arquitecto Friedrich von Garther, bajo las órdenes del entonces Rey I, la construcción se basa en el conocido Arco de Constantino, ubicado en la ciudad de Roma. En esta oportunidad, el monumento construido rinde un homenaje al ejército bávaro que derrotó a Napoleón; para ello se realizó detalles de episodio este en partes de la puerta  —habla conforme me señala los detalles, los cuales eran muy meticulosos—.  Entre ellos, bajorrelieves de batallas y escenas inmortales de dicho episodio de la historia  —señala hacia arriba del arco; miro en esa dirección y luego me pregunta—: ¿Ves esa estatua? —Me observa y yo asiento en silencio, y continúa con la historia—.  Es Baviera sobre un carro tirado por leones; tras la segunda Guerra Mundial y su destrucción, fue reconstruida agregándosele la inscripción «DEM GEWEIHT SIEG, VOM KRIEG ZATORT, ZUM FRIEDEN MAHNEND»  —concluye y se gira a mirarme; tendrían que prohibirle que mirase así. A mí me cuesta un poco encontrar las palabras.

— ¿Qué significa? —pregunto, obligando a las palabras salir de mi boca.

Observándome fijamente a los ojos, articula:  "Dedicado a la victoria; destruido por la guerra, símbolo de la paz",  traduce.

—Es como una prueba petrificada de la persistencia —manifiesto, sin dejar de mirarlo. No iba a correr la mirada, él iba a tener que hacerlo. Claro, como si pudieras mover un centímetro tus ojos de los de él, Lina.

—¿Por qué piensa eso?

No deja de observarme y el único maldito problema es que sus ojos me están debilitando épicamente.

—Porque fue construida, destruida y reconstruida; a pesar de los trágicos hechos que acontecieron sobre el monumento, al reconstruirla la hicieron más fuerte, y no me refiero al material, sino a su significado...Y aquí está, no volvieron a destruirla.

—Buen punto, me gusta tu observación —asiente, y se da la vuelta hacia el monumento.

Gracias a Dios que se giró, no sabía cuánto iba a durar con esta pequeña guerra.

—No me dijiste tu nombre —me encontré diciendo de repente.

—Tú tampoco me has dicho el tuyo —me esquiva con mucho estilo, y con una total serenidad.

Parece que le gustan los jueguitos.

—Pero ya lo sabes —replico, tratando de no sonar molesta y esperando a que no se diera cuenta que lo estaba; no tanto con él, sino conmigo misma, por haber dado el pie para una conversación, o querer saber su nombre, cuando minutos atrás me estaba reprendiendo mentalmente por cómo reaccionan mis sentidos ante su presencia.

—Pero no por ti —retruca.

Lo miro y veo que tiene su comisura un poco elevada, y me doy cuenta que está frunciendo un poco la boca. Genial, el muy idiota se está aguantando para no reírse. Estoy a punto de darle la mano, ya que tiene razón; hasta a mí me dan ganas de reírme de lo tonta que soy.

—Como mar. —Me encojo de hombros y me doy la vuelta para irme, no quiero arruinar la tranquilidad y la paz del momento por una pelea absurda que no va a llegar a ningún lado.

—Alex —dice de repente, detengo mi marcha y me giro hacia él—. Alex Betanckurt es mi nombre —me aclara. Yo solo me quedo mirándolo como una estúpida, y seguro que tengo la boca abierta. En ese momento se voltea a mirarme directamente a los ojos—. ¿Tú cómo te llamas? —pregunta con voz suave, y podría decir que hasta seductora.

—Lina Rinaldi.

Sí, ya sé: ya sabes más de lo que debería. No lo pude evitar; O quizás, inconsciente-mente no quise evitarlo.

—Hermoso nombre —exclama, mientras asiente con la cabeza sin desviar la vista de mí.

—Creo... —No empiezas a tartamudear, Lina Rinaldi—. Creo que va a ser mejor que me vaya, antes que mi amiga se despierte —indico, señalando hacia atrás de mi espalda.

Tengo que irme, antes que siga escrutándome y me ponga nervioso; más de lo que ya estoy.

Cuando me estoy dando vuelta para marcharme, lo escucho que habla de nuevo.

—¿Nos volveremos a ver?

¿Acaso él no se pone nervioso? No, estúpida-Lina; Solo tú te pones nervioso. Él está de lo más tranquilo.

—Seguramente, ya que parece que siempre sabes dónde encontrarme —dicho esto, di la vuelta y me fui, sin darle lugar a que pueda acotar ni una palabra más.

Pensaba ir a ver más lugares, pero creo que será mejor volver al hotel para calmar mi exaltación «por no decir excitación», llamar a mi hija ya mí madre, ya Lucas para ver como están, llamar a Gaby solo para molestarlo, y ver cómo sigue Sole. Seguramente continúa dormida, debe tener una resaca importante, y no le pienso hablar de "ojitos de hotel" Bueno, mejor dicho, de Alex Betanckurt. Te estás gustando, ¿no, Lina? De a poco estás cayendo. No le des importancia, que no te quedadas por mucho tiempo; así que a comportarse. Estás en Múnich, lo tienes que disfrutar, y no pensar, ni mucho menos andar con hombres; no viniste aquí a buscar tipos, y ni hablar de los pedantes como él, aunque tenga una sonrisa seductora que haría a cualquier mujer mojar su tanga. Siempre termino adulándolo, menos mal que no puede leer la mente, sino, su arrogancia se le escaparía hasta el cinturón de Orión. Voy a llegar al hotel, darme una larga ducha con buena música, a ver si eso funciona para sacármelo de la cabeza. Al menos por un rato.

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