Al llegar a casa traté de subir las escaleras con pasos torpes, pero los brazos de mi hombre me interceptaron y me alzó como si fuésemos recién casados, haciendo que del susto se me escape un chillido. Traté de que me bajara, pero desistí al ver que no seguiría nada. Llegamos a la habitación, cerramos la puerta a su espalda y se dirige hacia la cama; una vez al lado de ella me saca los zapatos, todavía sin bajarme, luego me mira a los ojos de esa manera que hace parecer que ve más adentro de ti y fue deslizándome hacia el suelo con lentitud; logrando que mi cuerpo roce el suyo en el camino, hizo que apoyara los pies sobre el piso con suavidad, sin quitar los ojos de los míos. Me mantuvo así por un momento. Acarició con sus nudillos mi mejilla y fue bajando sus dedos hasta llegar al cierre del vestido.
—Afuera —susurra en mi oído; lo baja con lentitud, haciendo que el vestido caiga al suelo rodeando mis pies; me ayuda a salir de él, dejándome por completo desnuda bajo su escrutinio y comienza a desvestirse—. A la cama —ordena. Bien, ahí estaba su genio. Hago lo que me pide y me posiciono en el centro de la cama. A los pocos segundos estaba frente a mí. Toma mis tobillos y tira de ellos, haciendo que mi espalda quede contra el colchón y él a centímetros de mi cara—. Creo que estas dos semanas que pasaremos separadas vamos a hacer mucho uso de la videoconferencia.
—No es lo mismo —entono, haciendo puchero.
—Te lo compensaré —expone, mirándome a los ojos con su sonrisa seductora—; es más... comenzando desde ahora —promete, y comienza a bajar por mi cuerpo repartiendo besos, mordida y succiones.
—Muy justo —alcanzo a decir antes de perder la compostura.
Su boca se hizo carga de mi sexo y sus manos de mi culo. Yo solo logro agarrar su pelo con fuerza y clavarle las uñas, mientras hacía su trabajo en el sur de mi cuerpo. Cuando alcancé la gloria le devolví el favor, lamiendo la punta de su glande, volviéndolo loco, metiendo su miembro en mi boca hasta la garganta, jugueteando con mi lengua y rastrillando con mis dientes. Y lo llevé de igual forma a la gloria también. Después de compensarme como prometió, solo como él sabe hacerlo, nos quedamos profundamente dormidos.
Siento sus brazos alrededor de mí, percibo el calor de su cuerpo, pero un zumbido me está quitando de mi sueño; A medida que me voy despertando, me doy cuenta que el zumbido es de mi celular, que está vibrando desde de la mesita de noche. Todavía dormida, estiro la mano para agárralo.
—Espero que sea importante —atiendo, después de divisar que era la inoportuna de Sole la que llamaba.
—¡¡Me caso!! —chilla del otro lado de la línea.
—¿Qué? —pregunto confundida, incorporándome en la cama y refregándome los ojos con la mano libre.
—¡¡Me caso, Lina!! —Vuelve a enfriar.
— ¿Te casas? —índago, todavía sin entender.
—Ay, sí, Lina; dos veces te lo dije, espabila —responde.
—Mmm... ¿Felicidades? —hablo sin saber qué decir en realidad.
—Me estas preguntando si me tienes que felicitar?
—Eh... No, quiero decir... Perdón, Sole, estoy dormida... felicidades —arreglo, más o menos la cagada que me mandé.
—Gracias. Estoy feliz, me lo pidió esta madrugada, fue tan romántico —habla con voz soñadora, y yo que no terminaba de entender la cosa.
—Sole, ¿por qué no vienes?, desayunamos y me cuentas bien como fue. ¿Erik está ahí?
—Desayunar? Lina, son la una de la tarde, ya es horario para almorzar —En cuanto dice eso miro hacia el reloj que está en la mesita, verificando la información que me daba—. Sí, estoy con él. En una hora estamos ahí.
—Bien, prepararé algo, los espero.
—Bueno. Besos, chiquita —me dice, y todavía puedo sentir la emoción en su voz.
—Eh… ¿Suela? —hablo antes de que cuelgue.
-¿Si?
—Felicitaciones, a los dos… en serio —Una forma sutil de disculparme.
—Gracias, te quiero —Sin esperar respuesta alguna de mi parte, cuelga.
—¿Sole se casa? —escucho a Alex a mi lado.
—Así dijo.
—Y Erik lo sabe? —pregunta divertida.
—Al parecer, tu amigo le propuso matrimonio —digo, mirándolo sonriente.
En un movimiento rápido, él tira de mí hacia atrás y se pone encima.
—Seguro que lo hizo tremendamente cursi y romántico —azuza, y me besa la nariz.
—Algo así me dijo ella.
Antes de que siga con su seducción, lo aparto de mí, y salgo de la cama con dirección al baño para ducharme.
—¿A dónde vas?
—A bañarme —contesto, metiéndome rápido para no darle lugar a que objete nada en absoluto.