Me encuentro sentado frente al espejo del tocador con Tony detrás de mí, peinándome, luego que no dejó de insistir para hacerlo. Primero la peinó a Sole; le hizo un peinado salvaje, la maquilló con dos tonos de colores verdes y brillo rosa en los labios, que la hacen ver exótica y sensual en su vestido verde esmeralda con una cinta negra justo debajo de los pechos, haciendo que estos resalten más. La verdad se ve muy sexy, y esos colores hacen realzar más sus ojos avellanas y pecas. Luego de peinarme, me maquilló con un tono gris humo avivando mis ojos y los labios con brillo rojo, haciendo que se vean más llenos, más excitantes.
—¡¡Estas hermosa!! —chilla Sole, dando saltitos en el lugar.
—De ahora en adelante voy a usarte como mi estilista —expreso sonriéndole al boricua.
—Será un placer, muñequita —Me da un beso en la mejilla y me palmea—. Vamos a cambiarte, que los hombres deben parecer animales enjaulados.
Voy al baño, me visto y me miro en el espejo de cuerpo entero; Estoy en verdad fascinada con el resultado. Mi peinado consta de una trenza tejida tirada al costado izquierdo de mi cuello, haciendo que este se vea más largo y estilizado. Mi vestido de color azul eléctrico ceñido al cuerpo profundiza mi silueta, y mis zapatos negros con punta blanca hacen parecer mis piernas más largas.
—Y bien? ¿Cómo me veo? —pregunto desde el quicio de la puerta.
—Vaya —exclama Sole—. Lina, estás bellísima.
—Tu hombre va a colapsar —manifesta Tony.
—Después de que me dé sexo que colapsé.
—Creo que voy a dejar de ser puto —acota Tony, moviendo sus cejas juguetonamente.
—Mejor nos vamos, que no quiero ser la culpable de los cambios sexuales de Tony —esbozo, mientras agarro mi abrigo negro de botones cruzados.
Al bajar las escaleras, antes de llegar al último peldaño, me quedo quieta y muda. Todos nos quedamos desnudos. Pero yo lo hago al ver a Alex, y más al notar cómo me mira; Me doy cuenta del deseo en sus ojos, y estoy segura de que él lo nota en los míos. Está vestido con un traje negro, una camisa negra, y una corbata roja rubí que lo contrarresta y lo hace ver endemoniadamente malo y sexy; se me eriza todo el vello de mi cuerpo y el calor sube por mi espalda al verlo tan apetecible; cuando me siento bajo su escrudiño me hace sentir desnuda.
—Estás hermosa —dice, rompiendo el silencio y acercándose a mí.
—Lo sé —bromeo y le sonrío.
Él se carcajea. Una sonora y sensual carcajada que, desde donde me encuentro, puedo ver su nuez de Adán subir y bajar; Ese movimiento hace que reaccione y puedo sentir el calor.
—Creo que ese bendito vestido es muy corto para ti y tú ego —susurra en mi oído.
—Siempre me lo puedes quitar —digo con socarronería.
Lo escucho gruñir y respirar profundo.
—No, tíos.
—Bien, muevan el totó —nos apremia Tony aplaudiendo.
En ese momento miro a mi costado, donde se encuentran Sole y Erik, que están iguales que nosotros, muriendo de deseo el uno por el otro. Le presto atención a la vestimenta de Erik. Tiene un traje azul eléctrico, camisa negra y una corbata del mismo color que el traje, haciendo que sus ojos se vean más azules y brillantes. Miro a mí alrededor y me encuentro con Gaby. Él esta vestido a su manera, unos jeans negros, una camiseta gris humo de cuello redondo y su chaqueta de cuero negra. Ian es muy parecido a Gaby, solo que su camiseta es negra y de cuello en “V”. Sí, ellos son los chicos malos.
—Primo, creo que a tu mujer la vas a tener que pegar a tu costado para que no se la lleven los buitres. Y ni siquiera voy a decir nada con respecto a la pelirroja —bromea Ian, y no sabe que a nosotras no nos van a mirar.
—Yo creo que va a ser al revés —comento, guiñándole un ojo y le sonrío a Alex.
Llegamos al club y, gracias a que Tony es un conocido frecuentador en este lugar, no tuvimos que hacer fila. De soslayo vi la cara de Ian, estaba desconcertado por las miradas lascivas que recibía de parte de los hombres. Al entrar, su cara era todo un poema; No entendía mucho, pero no se animó a preguntar. Nos dirigimos directo a la zona vip que ya nos tenían reservada, de nuevo, gracias a Tony; Seguimos hacia nuestra mesa, que era una de las que estaban más al fondo. Había un sofá semicircular forrado de cuero en color rojo, en el medio se encontraba una mesa redonda, en donde una cubeta con champaña y la cantidad necesaria de copas nos esperaba; del centro de la misma, salía una barra de acero que se perdió en el techo.
—Creo que es un antro gay —le oigo decir a Ian.
—Que observador —ironiza Gaby, mostrando una sonrisa burlona.
Nos ubicamos en el sofá, dejando a Gaby e Ian en la esquina izquierda de este. Alex nos sirvió champaña y brindamos, por nuestros logros y nuestra amistad. Con Sole y Gaby cruzamos miradas, y en silencio brindamos por el recuerdo y la memoria de Lucas.
— ¿Lady Gaga? ¿Me estás jodiendo? —se queja Ian por encima de la música, poniendo cara de disgusto.
—Es una diva —expresa muy risueño Tony—. Y todavía falta lo mejor —entona, frotándose las manos.
En ese momento empezaron a llegar hombres vestidos de mujeres famosas, y otros con solo una zunga y un antifaz. Salieron haciendo un trencito y bailando. La cara del rubio era un espectáculo admirable. Uno de los que vestía solamente una zunga «en este caso su zunga era una cebra» se arrimó a nuestra mesa, se subió en ella, se agarró del caño y empezó a bailar; Movía la pelvis de una manera tremendamente sensual y atrevida, los ojos de Ian parecían que iban a salirse de sus órbitas. El bailarín seguía moviéndose al compás de la música e iba cada vez más cerca de él. En un momento dado ya estaba sobre él, con su miembro tambaleándolo a un palmo de su cara. Todo esto, cabe destacar, que fue Tony quien lo pidió; todo para molestar al recién llegado.
—Que bastante sus pelotas de mi cara —Empezó a gritar. Todos nosotros hicimos un gran esfuerzo por no reír, pero fracasamos estrepitosamente—. Tengo sus pelotas en mi puta cara, que las quiet —gritaba como un poseso, con la espalda pegada al respaldo del sofá, sin moverse un ápice por miedo a siquiera rozar al bailarín—. M****a, que deje de mover las pelotas en mi puta cara —Estaba rojísimo de furia, y seguro que también por la vergüenza.
—Bueno, basta, ya deja a mi hombre —interviene Tony elevando la voz, y se sienta a su lado poniéndole una mano sobre la rodilla.
—Qué m****a —masculla el rubio, y luego respira—. No soy tu hombre —gruñe y se levanta—. Voy al baño —anunciando, alejándose de nuestras burlas.
—¡No deberías ir solo, querubín, que aquí no hay dos baños! —le grita Gaby, mientras se carcajea.
Ian lo ignora y sigue su camino. Con la leche que llevaba, nadie iba a querer meterse con él.
—Creo que nos fuimos al carajo —artículo.
— ¿Qué pasa? ¿Es homofóbico? —espeta Tony.
—No hay amores; pero lo estamos llevando a eso —aclara Erik.
—Sí, es verdad; es mejor que lo dejemos tranquilo —concuerda Sole.
Y así hicimos, no lo molestamos más; cuando volví fuimos todos a la pista. Bailamos, reímos, bebimos y la pasamos muy bien toda la noche. Y como profeticé, nadie me miró, ni a Sole; todos los halagos se lo llevaron los chicos. Todavía no sé para qué carajo me arreglé tanto.