ARIA
El auto se sentía demasiado silencioso.
Las luces de la ciudad pasaban borrosas a mi lado, pero no podía concentrarme en nada más que en el ardor en mi mejilla y en el peso de la mirada de Nikolai sobre mí.
Él estaba tenso. Lo sentía en la forma en que apretaba el volante, en la forma en que sus nudillos seguían blancos por la fuerza con la que había golpeado a Luka.
Cerré los ojos y respiré hondo.
No quería recordar.
No quería sentir la sensación de sus manos en mí, la forma en que me había sujetado como si tuviera derecho, la forma en que había ignorado mis súplicas.
Mi estómago se revolvió.
El miedo todavía estaba ahí, aferrándose a mi piel como una sombra fría.
Y luego… sentí su mano.
La de Nikolai.
Grande, cálida, firme sobre mi muslo.
Abrí los ojos y lo miré.
—¿Cómo te sientes? —su voz era grave, pero no dura. Había algo en ella que me hizo querer llorar de nuevo.
—No lo sé —susurré, con un nudo en la garganta.
Nikolai frunció el ceño y desvió l